Angelina Jolie Pitt[2] y Arminka Helic[3]
7 de septiembre de 2015
Nunca antes en la historia reciente había existido una necesidad tan grande de liderazgo para lidiar con las causas y consecuencias de la crisis global que vivimos respecto a los refugiados.
No hay prueba mejor de ello que las docenas de personas que están marchando a lo largo de Europa desde países como Iraq, Afganistán y Siria.
El conflicto sirio ha generado una ola de sufrimiento humano que se ha expandido a sus países vecinos y ahora alcanza las costas europeas. La población siria está huyendo de bombas de barril, armas químicas, violaciones y masacres. Su país se ha convertido en un campo de exterminio.
No debería sorprendernos que toda esa gente que ha sobrevivido a años de guerra, o que ha vivido en campos de refugiados en naciones inestables, haya decidido tomar el asunto en sus propias manos. ¿Cuántos de nosotros podríamos decir, honestamente, que no haríamos lo mismo confrontados por el miedo, la falta de esperanza y la ausencia de una intención política real por solucionar el conflicto?
Nos identificamos con los ciudadanos sirios cuando pidieron la libertad económica y política en su país. Nos sentimos escandalizados por las imágenes en donde sus familias eran bombardeadas en sus propias casas, niños siendo recogidos de entre los escombros y ciudades siendo gobernadas por extremistas. Ya sea en Europa o en cualquier lugar del mundo, los refugiados de Siria se merecen nuestra compasión.
A lo largo de las últimas semanas hemos visto a numerosos grupos de la población y a un creciente número de líderes políticos tomar una bandera moral, grupos de refugiados siendo bienvenidos, y la formación de comités de asistencia. Por primera vez en años, los refugiados están apareciendo en las noticias y puestos en el primer plano del debate.
Necesitamos construir esta idea y convertirla en punto de inflexión para no considerar esto como la crisis de refugiados de Siria, sino como una crisis global. No solo requiere que usemos nuestros corazones, también nuestras cabezas y no únicamente con la ayuda humanitaria sino también con la diplomacia, enfocando nuestros esfuerzos en este año y en los que están por venir.
Debemos asumir algunas duras verdades. La primera es que la responsabilidad de ayudar no depende de una cuestión geográfica, sino que es una cuestión de adherirse a derechos humanos y valores universales. Trasciende a la religión, a la cultura y a la raza. No deberíamos rendirnos a la ley del mínimo esfuerzo en nuestra respuesta, sino esforzarnos en sacar nuestros mejores ideales. Cada país en el mundo, no solo en Europa, debería formar parte de la solución.
La segunda es que no hay duda de que la escala actual de refugiados llegando a Europa plantea retos políticos, sociales, económicos y de seguridad para los países de la Unión Europea. Cada vez que esto se diga, no debería ser tan fácilmente descartado, ya que es una responsabilidad particular de los gobiernos para encontrar los recursos que ayuden a estos seres humanos a integrarse.
Nuestros vecinos sirios han soportado las peores cargas durante años, con generosidad ejemplar, y ahora necesitan nuestra ayuda. Cada país, cada gobierno, necesita tener un plan claro que lo confronte con sus obligaciones internacionales y evaluar las necesidades de sus ciudadanos.
La tercera idea, en este momento de urgencia, es que debemos ser conscientes de la diferencia entre migrantes económicos, que están escapando de una pobreza extrema, y de aquellos refugiados que están huyendo de una amenaza obvia a su vida. Todas las personas que están migrando por esta trágica circunstancia deben de tener garantizados sus derechos humanos, respetada su dignidad así como cubiertas sus necesidades. No deberíamos estigmatizar este último caso como una simple aspiración a una mejor vida.
Pero los refugiados se enfrentan a una necesidad inmediata de salvar sus vidas de la persecución y la muerte, y sus derechos están definidos por el derecho internacional. Es por ello que una respuesta efectiva y su replicación son tan importantes, atender sus quejas y extender esta protección a todo aquel que la necesite.
Además, por mucho que demos la bienvenida a los refugiados en nuestros países, el problema seguirá creciendo mientras el conflicto sirio continúe. No podemos buscar una simple ruta hacia el fin de la crisis, no se soluciona acogiendo refugiados, necesitamos crear un camino diplomático que ayude a solucionar el conflicto.
Resulta impactante que desde el comienzo de la guerra en Siria, las Naciones Unidas no hayan visitado aún la región, algo que muchos de nosotros vemos como el punto de partida diplomático. La iniciativa pacífica que arrancó en Ginebra hace cuatro años se ha evaporado, y la energía con la que fueron conducidas las negociaciones nucleares con Irán queda lejos de lo visto con Siria hoy.
Para terminar, deberíamos ver este conflicto como lo que es: parte de una crisis más amplia en la gobernabilidad mundial. En los últimos diez años el número de gente desplazada por el mundo se ha duplicado hasta los 60 millones de personas. Es insostenible y desborda cualquier cuota que las organizaciones humanitarias puedan asumir.
Este es un problema que está motivado por la incapacidad del sistema para resolver conflictos. Nada nos explica mejor la situación mundial que la migración de personas a través de las fronteras. Ha llegado el momento de pensar en soluciones a largo plazo y de asumir que los gobiernos, y no los refugiados, han de proveer la respuesta.
Esta no es la primera crisis de refugiados que ocurre, y no va a ser la última. De Europa hasta América, nuestros países se basan en la tradición de la ayuda a refugiados, desde los resultados de la II Guerra Mundial a la crisis de los Balcanes en los años noventa. La forma en la que actuemos ahora confirmará el tipo de naciones que somos, la profundidad de nuestra humanidad y la fortaleza de nuestras democracias. Ω
[1] http://www.thetimes.co.uk/tto/public/article4549225.ece
(23/09/2015) Traducción de Estanislao Chávez López
[2] Enviada especial del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
[3] Integrante de la Casa de los Lores y exrefugiada de la guerra en Bosnia-Herzegovina de 1990.