Sam Harris[2]
De la idea simplista de que cualquier persona es libre de valorar —desde el punto de vista moral—[3] lo que sea, se derivan preocupaciones muy prácticas. La más relevante de ellas es, precisamente, que permite a personas altamente educadas, laicas y, además, bien intencionadas detenerse a pensar, a veces interminablemente, antes de condenar prácticas como el uso obligatorio del velo, la ablación genital, la incineración de la esposa viva con el cadáver de su marido, el matrimonio forzado y los demás productos de la “moralidad” alternativa de otras partes del mundo. Los seguidores de la distinción “ser/deber ser” de Hume nunca parecen comprender lo que está en juego y no se dan cuenta de que los fracasos vergonzosos de la compasión están alentados por esta “tolerancia” intelectual a las diferencias morales. Mientras que mucho del debate sobre estos temas debe darse en términos académicos, dicho debate no lo es. Actualmente hay niñas cuyos rostros son quemados con ácido por haberse atrevido a aprender a leer o por no consentir en casarse con un hombre desconocido o incluso por el “crimen” de haber sido violadas. Lo asombroso es que algunos intelectuales occidentales ni siquiera tendrán un parpadeo si se les pide que defiendan estas prácticas en términos filosóficos. En una ocasión hablé de temas como estos en una reunión académica. Cuando iba a terminar mi conferencia expresé lo que me pareció una afirmación irrebatible: Ya tenemos buenas razones para creer que ciertas culturas están menos adaptadas que otras para maximizar el bienestar humano. Cité la misoginia despiadada y el engaño religioso de los talibanes como ejemplos de una visión del mundo que no parece perfecta para el florecimiento humano.
Resultó que denigrar a los talibanes en una reunión científica es invitar a la controversia. Al final de mi charla entré en debate con una de las oradoras invitadas, quien a primera vista parecía estar muy bien calificada para razonar efectivamente acerca de las implicaciones de la ciencia en nuestra comprensión de la moralidad. De hecho, ella ya ha sido nombrada como miembro de la Comisión Presidencial para el Estudio de Asuntos Bioéticos y es ahora una de las trece personas que asesorarán al Presidente Obama sobre “los problemas que puedan surgir de los avances en biomedicina y las áreas relativas de la ciencia y la tecnología” con el fin de asegurar que “la investigación científica, la atención de la salud publica y la innovación tecnológica se lleven a cabo de manera éticamente responsable.”[4]
He aquí un fragmento, más o menos literal, de nuestra conversación:
Ella: —¿Qué te hace pensar que la ciencia podrá establecer algún día que es incorrecto forzar a las mujeres a usar burkas?[5]
Yo: —Creo que lo correcto y lo incorrecto tienen que ver con el aumento o la disminución del bienestar, y es obvio que forzar a la mitad de la población a vivir en bolsas de tela, y golpearlas o matarlas si se niegan a ello no es una buena manera de maximizar el bienestar.
Ella: —Bueno, pero eso es solamente tu opinión.
Yo: —De acuerdo… hagámoslo más simple. ¿Qué tal si nos encontráramos con una cultura que ritualmente provocara la ceguera a los hijos terceros de las parejas mediante la extirpación de los ojos al nacer? ¿Estarías de acuerdo en que esa cultura estaría disminuyendo innecesariamente el bienestar humano?
Ella: —Eso dependería del motivo por el que hicieran eso.
Yo: [Devolviendo mis cejas lentamente a su lugar desde la parte posterior de mi cabeza] —Digamos que hacen eso por superstición religiosa. En sus escrituras, su dios les dice: “Los terceros deben caminar en la oscuridad”.
Ella: —Entonces nunca podrías decir que están equivocados.
Opiniones como esa no son raras en la Torre de Marfil de los intelectuales. Estaba yo hablando con una mujer (es imposible evitar el sentimiento de que su género hace que sus opiniones sean más desconcertantes) que acababa de dar una lúcida conferencia sobre las implicaciones morales de los avances recientes de la neurociencia. A ella le preocupaba que nuestros servicios de inteligencia pudieran usar algún día la tecnología de neuroimagen para la detección de mentiras, lo que ella consideraba que sería una probable violación de la libertad cognitiva. Estaba especialmente inquieta por los rumores de que nuestro gobierno podría haber rociado a terroristas con aerosol de la hormona oxitocina[6] para volverlos más cooperativos. Aunque no lo dijo, sospecho que ella incluso se habría opuesto a que se expusiera a esos prisioneros al olor de pan recién horneado, que, como se ha demostrado, tiene un efecto similar[7]. Mientras la escuchaba, cuando todavía no conocía yo sus puntos de vista liberales sobre el velo obligatorio y la mutilación ritual, pensé que ella era un poco cautelosa, pero una autoridad básicamente sana y elocuente en materia de ética científica. Confieso que una vez que habíamos platicado y que comprendí el abismo terrible que nos separaba en estos temas, sentí que no podía seguir hablando con ella. De hecho, nuestra conversación terminó cuando involuntariamente adopté dos clichés neurológicos: quedé boquiabierto y giré los talones antes de alejarme. Ω
Referencias:
Appiah, A. (2008). Experiments in ethics (Experimentos en ética). Cambridge, MA: Harvard University Press.
Matzner, W. T. (2005), Zak, P. J., y Kurzban, R. Oxytocin is associated with human trustworthiness (La oxitocina está asociada con la confianza humana). Horm Behav, 48 (5), 522–527.
Zak, P. J., Stanton, A. A., & Ahmadi, S. (2007). Oxytocin increases generosity in humans (La oxitocina incrementa la generosidad en los humanos). PLoS ONE, 2 (11), e1128. Ω
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Notal del editor: Decenas de mujeres iraníes han subido a una página de Facebook sus fotos en las que aparecen sin el velo islámico, de uso estrictamente obligatorio en su país, en una campaña por la libertad de las mujeres a elegir su atuendo denominada «La libertad cautelosa de las mujeres en Irán. Disfruta del viento en tu pelo». Un hombre que comentó en la pagína que quitarse el velo no significa libertad recibió una lluvia de críticas en las que le dicen que se ponga en el lugar de las mujeres y soporte tener la cabeza tapada cuando llueve, con calor, haciendo deporte o incluso bañándose en el mar con su familia.
El periódico El Universal da cuenta del suceso en la nota que se encuentra en el vínculo siguiente:
[1] Traducción de José A. Aguilar V. del texto aparecido en: http://www.rationalskepticism.org/social-sciences/moral-blindness-in-the-name-of-tolerance-t15729.html (obtenido el 26 de abril de 2014).
[2] Neurocientífico, filósofo y escritor estadounidense, autor del libro El fin de la fe (The End of Faith, 2004), que ganó el premio PEN/Martha Albrand de ensayo en el año 2005, y de Carta a una nación cristiana (Letter to a Christian Nation, 2006), una respuesta a la crítica que despertó su primer libro. Director del Project Reason (Proyecto Razón), una fundación estadounidense cuyo principal objetivo es la promoción de l conocimiento científico y los valores laicos en la sociedad actual. Escribe blogs para el Washington Post, el Huffington Post y Truthdig, y sus artículos han aparecido en publicaciones tales como Newsweek, Los Angeles Times, Boston Globe, The Times y Nature Magazine —una de las más famosas, prestigiadas y antiguas revistas científicas— (nota del traductor).
[3] El texto entre guiones es nota del traductor.
[4] Textos entrecomillados tomados del comunicado de la Casa Blanca: www.bioethics.gov/about/creation.html.
[5] Dos formas de vestimenta tradicional impuesta a las mujeres, para cuando están fuera de casa, en algunos países de religión islámica, principalmente en algunas regiones de Afganistán y en Irán: 1) Velo que cubre la cabeza y la cara, con una hendidura para que la mujer pueda ver. 2) Burka completo o chador: capa que cubre la cabeza y el cuerpo, generalmente de color negro, que puede dejar el rostro descubierto (NT).
Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Burka el 21 de febrero de 2014.
[6] La oxitocina es una hormona neuroactiva que en los humanos aparentemente tiene que ver con la capacidad de reconocer a los demás y de establecer con ellos relaciones sociales, y podría estar involucrada también en la formación de relaciones de confianza (y sus reciprocidades). (Matzner, 2005; Zak, Stanton y Ahmadi, 2007).
[7] Appiah, 2008, p. 41