Timothy Snider[2]
Aprende a decir ‘no’
Los gobiernos autoritarios normalmente cuentan con un cuerpo de policía antimotines cuya tarea es dispersar a los ciudadanos que participan en protestas, pero disponen también de una policía secreta cuyos deberes incluyen el asesinato de disidentes u otros sujetos considerados como enemigos. Y en efecto encontramos fuerzas del segundo tipo implicadas totalmente en las enormes atrocidades del siglo XX, como el Gran Terror en la Unión Soviética de 1937 y 1938, y el holocausto de los judíos de Europa perpetrado por la Alemania nazi entre 1941 y 1945. Sin embargo, cometemos un grave error si creemos que la NKVD soviética o las SS nazis actuaron sin apoyos. Sin la colaboración de los cuerpos regulares de policía y, algunas veces, de las fuerzas militares comunes, no podrían haber matado a una escala tan grande.
Durante el Gran Terror en la Unión Soviética, los oficiales de la NKVD registraron oficialmente 682,691 ejecuciones de supuestos enemigos del gobierno, la mayoría de los cuales eran campesinos o integrantes de grupos nacionales minoritarios. Acaso ningún órgano de violencia haya estado nunca más centralizado o mejor organizado que la NKVD de esos años. Un número no muy grande de hombres dieron los balazos en la nuca, lo que significa que ciertos oficiales de la NKVD cargaron con miles de asesinatos políticos en su conciencia. Aun así, ellos no pudieron llevar a cabo esa campaña sin el auxilio de fuerzas locales de policía, abogados y servidores públicos de toda la Unión Soviética. El Gran Terror tuvo lugar durante un periodo de excepción que requirió que todos los policías se subordinaran a la NKVD y a las tareas especiales de ésta. Los policías no fueron los perpetradores principales, pero proporcionaron la indispensable mano de obra.
Cuando recordamos el holocausto nazi de los judíos, pensamos en Auschwitz y en la muerte impersonal mecanizada. Esta es una manera conveniente para los alemanes de recordar el holocausto porque así podrían argumentar que pocos de ellos supieron exactamente lo que sucedía detrás de los portones y las rejas. En realidad, el holocausto no comenzó en las instalaciones especialmente construidas para la masacre, sino en las fosas de ejecución de Europa oriental. Y, en efecto, algunos de los comandantes de los Einsatzgruppen (grupos de operaciones), las fuerzas de tarea que perpetraron algunos de los asesinatos, fueron juzgados en Núremberg y después en los tribunales de Alemania Oriental. Sin embargo, esos juicios fueron en cierta manera una minimización de la enormidad del crimen. No solamente los comandantes de las SS sino esencialmente todos los hombres que estuvieron bajo sus órdenes fueron asesinos.
Y esto fue solamente el principio. Cada acción de ejecuciones a gran escala del holocausto (más de 33 mil judíos fueron asesinados a las afueras de Kiev, más de 28 mil a las afueras de Riga, y así sucesivamente) involucró a la policía alemana ordinaria. En conjunto, los policías comunes asesinaron más judíos que los Einsatzgruppen. Muchos de esos policías no tenían preparación especial para cumplir esa tarea. Se encontraban en un lugar desconocido, habían recibido órdenes y no querían parecer débiles. En los raros casos en que se negaron a cumplir la orden de matar judíos, los policías no fueron castigados.
Algunos mataron por convicción asesina. Pero muchos otros lo hicieron simplemente por temor a oponerse. Otros más por conformismo. Pero sin los timoratos y los conformistas, las grandes atrocidades no habrían sido posibles. Ω
[1] Fragmento (cap. 7 “Be reflective if tou must be armed”) del libro On Tyranny. Twenty Lessons from the Twentieth Century. Tim Duggan Books. E.U.A. 2017. p. 47-50. Retitulado y traducido por José A. Aguilar V. para Perseo.
[2] (1969) Historiador y escritor estadounidense, profesor de la Universidad de Yale.