¿No callaban también los funcionarios y los legisladores del PRI y del PAN ante las barbaridades, los errores y los abusos del Presidente cuando era de su partido? ¿Por qué ahora ha de ser distinto? Es cierto, tú reprochabas airado las decisiones erradas, las tropelías, las simulaciones de los gobiernos pasados, pero no hagas caso de las del actual gobierno, porque los anteriores representaban a la mafia en el poder, a los conservadores, a los fifís, y éste, en cambio, es el gobierno del pueblo.
¿Sentiste un retortijón cuando supiste que Napoleón Gómez Urrutia era compañero de ruta? ¿Te escandalizaste —íntima y silenciosamente, claro— al ver que la magna obra del nuevo aeropuerto, con avance de una tercera parte, se tiraba a la basura? ¿Te dio vergüenza que se presentara como consulta popular una votación sin garantía de limpieza en la que participó el 1% de los ciudadanos empadronados? ¿Experimentaste escozor al cancelarse, sin dejar una sola coma, la Reforma Educativa que habían avalado todos los partidos políticos y era un intento de sacar a la educación pública básica de la deplorable situación en que se encuentra?
¿Te dio pena que se echara a la calle a decenas de miles de servidores públicos de niveles modestos, quienes seguramente no tienen ahorros para afrontar el desempleo ni contactos para conseguir un nuevo trabajo? ¿Te condoliste de las madres y los niños pobres que se quedaron sin estancias infantiles? ¿Se te indigestó el desayuno porque el gobierno mexicano sigue reconociendo a la tiranía de Maduro? ¿Te inquietaste por el inicio de la cacería de brujas, cuyo primer perseguido es el presidente de la Comisión Reguladora de Energía? ¿Te abochornan los nombramientos de gente sin preparación en el Conacyt y las obras sin licitación?
No te sientas mal. No eres el único que adopta esa actitud. No ha habido una sola voz discordante entre los actuales funcionarios públicos, ni entre los legisladores o militantes del partido en el gobierno y partidos aliados. Algunas veces, no demasiadas, te ha atacado el insomnio después de un sueño que no aciertas a recordar claramente, pero en el que alguien o algo, quizá una imagen relacionada con tu mutismo, te hizo sentir incómodo. Pero, bueno, así son las pesadillas. No hay que hacerles caso.
También en vigilia te ha dado alguna punzada. Recordaste la otra tarde aquel verso de José Emilio Pacheco que dice algo así como que somos todo aquello que repudiamos a los 20 años. Te habías topado ya con la tira dominical de Paco Calderón en la que el cartonista dice: “Ahora aplauden todo lo que hace poco decían repudiar: votaciones amañadas, fiscales carnales, leyes a la medida y contentillo, obra pública sin licitación, despidos injustos, contubernio con empresarios, recortes salariales, instituciones y poderes sumisos por no decir abyectos, militares en las calles como policías y ecocidios en reservas naturales”.
No pudiste evitar esa punzada, pero te tranquilizaste: los poetas son ilusos, y a los dardos sarcásticos de ese cartonista conservador tampoco han escapado los gobiernos del PRIAN. ¿Por qué un verso y unos cartones tendrían que perturbarte? Estás del lado correcto de la historia: 30 millones de votos legitiman el gobierno al que apoyas incondicionalmente y sabes que logrará la cuarta transformación del país.
Es verdad, no te lo puedes negar a ti mismo: hay cosas del Presidente que te desagradan. Pero no les vas a hacer el juego a los conservadores. ¿La conciencia? Es un concepto burgués. Para lograr las grandes transformaciones históricas hay que hacer a un lado los melindres. ¿Quién puede imaginarse a los soviets con dudas o remordimientos? ¿Acaso el fin no justifica los medios? Así que sigue callando, y mejor acalla tu conciencia fifí.