Donde el amor florece1

(fragmento)

Amos Oz[2]

En la calle Zacarías, cerca de nosotros, vivía una niña llamada Esti. Por la mañana, sentado en la mesa de la cocina mientras desayunaba una rebanada de pan, susurraba para mis adentros: “Esti”.

            A lo cual solía responder mi padre: —Anda, come y calla.

            Asimismo, de noche, decían de mí: —Este chiquillo está chiflado; ya ha vuelto a encerrarse en el cuarto de baño a jugar con el agua. Sigue leyendo

Como hermana y hermano

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar… parece el trino
de un ave nunca oída,
un canto de otro mundo y de otra vida…
—¿Oyes?— me dices, y a mi rostro juntas
tus pupilas preñadas de preguntas.
La dulce calma de la noche es tanta
que se escuchan latir los corazones.
Yo te digo: —no temas, hay canciones
que no sabremos nunca quién las canta. Sigue leyendo