Ciudadanía

El Presidente cancela la obra del nuevo aeropuerto internacional y la sustituye por parches a dos aeropuertos… Tan injustificable proceder hubiera lanzado a la calle, en otras latitudes, a ciudadanos indignados, quienes exigirían que se continuara la gran obra.

            En Sobre la tiranía (Galaxia Gutenberg, 2018), el historiador estadunidense Timothy Snyder advierte que la mayor parte del poder del autoritarismo le es otorgado libremente: los individuos se anticipan a lo que querría un gobierno represivo y se ofrecen sin que nadie se los pida. Adaptados de esa manera, están mostrándole al poder lo que es capaz de hacer.

            He recordado esas líneas estremecedoras al observar, con creciente inquietud, la resignación con que en México la ciudadanía, con pocas excepciones, soporta decisiones y acciones del gobierno que, a todas luces, son absurdas, injustas y/o contrarias a los derechos humanos. En otros países con mayor cultura cívica esas medidas hubieran provocado escándalos mayúsculos.

            El Presidente cancela la obra del nuevo aeropuerto internacional y la sustituye por parches a dos aeropuertos, a pesar de las opiniones adversas de expertos en la materia y no obstante que para hacerlo ha tenido que pagar cientos de miles de millones de pesos y que aquella obra satisfaría las necesidades de los pasajeros, propiciaría progreso y generaría cientos de miles de empleos. Tan injustificable proceder hubiera lanzado a la calle, en otras latitudes, a ciudadanos indignados, quienes exigirían que se continuara la gran obra cancelada por capricho o motivos desconocidos.

            El Presidente corta el apoyo a los refugios para mujeres maltratadas y a las estancias infantiles, con lo que lesiona gravemente los derechos humanos de cientos de miles de mujeres, de unas porque les quita la posibilidad de huir del infierno del maltrato doméstico y, de otras, porque las priva de la opción de trabajar o estudiar con la certeza de que sus hijos quedaban en un ambiente seguro y atendidos por personal profesional. En otros países, todo el movimiento feminista hubiera protagonizado una gigantesca y enérgica protesta contra una medida que perjudica a muchas mujeres de una manera tan severa que puede decirse que probablemente les arruine la vida.

            El partido del Presidente avisa que presentará una iniciativa para aumentar una tercera sala a la Suprema Corte de Justicia, la que se ocuparía de asuntos de corrupción, con lo cual el número de ministros llegaría a 16. Como sabe cualquier estudiante de derecho, la Suprema Corte es un tribunal de control constitucional y no de legalidad, como son la inmensa mayoría de los asuntos relacionados con corrupción. En realidad, con la designación de cinco nuevos ministros mediante los turbios procedimientos que hemos ya presenciado en las designaciones de otros organismos, se abre la oportunidad de contar con ministros afines y obedientes en número suficiente para rechazar acciones de inconstitucionalidad. ¿Ese aviso no debió provocar la protesta del presidente de la Suprema Corte, el Consejo de la Judicatura Federal e incluso el conjunto de jueces federales y locales, pues implicaba el jaque a la independencia judicial?

            El partido del Presidente anuncia una iniciativa que desaparecería a la CNDH y al resto de los organismos públicos de derechos humanos, los que serían sustituidos por una denominada Defensoría del Pueblo, iniciativa que desconoce la tarea tan importante de esos organismos han llevado a cabo en el combate a los abusos de poder y parece orientada a cancelar la autonomía del ombudsman. ¿No deberían todos los ombudsman del país, los organismos no gubernamentales de derechos humanos y el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en México alzar la voz con el mayor vigor rechazando con toda contundencia tal iniciativa?

            El Presidente, tras haber sido evidenciado en cuanto a su manejo de las cifras de incidencia de homicidios por el periodista Jorge Ramos                  —¡negaba las propias cifras oficiales!—, señaló en una conferencia mañanera que si los periodistas no son prudentes y “se pasan” ya saben lo que sucede, lo cual no se debe a él, sino a “la gente”. ¿No era de esperarse que todos los reporteros allí presentes y todos los medios de comunicación unieran su reclamo indignado ante una advertencia de intolerancia autoritaria que no sólo justifica las agresiones contra los críticos del gobierno, sino que parece incitar a los agresores?

            Consciente de esa pasividad, el Presidente no reconoce límites de legalidad: ahora pretende derogar la Reforma Educativa ¡con un memorándum!

Conservadores

Por supuesto, él se considera del lado correcto del devenir histórico y, por tanto, se asume liberal, a pesar de lo cual considera que el neoliberalismo ha sido desastroso para el país. En su visión, nuestros males sociales tienen su origen precisamente en el sexenio de Miguel de la Madrid, en el cual se empieza a poner en práctica ese modelo de política económica.

            Pero dejemos de lado esa postura notablemente contradictoria. En estas líneas me interesa dejar en claro que no toda posición conservadora es necesariamente satanizable. Estoy convencido de que todo aquello que posibilita una mejor calidad de vida a los habitantes de una comunidad es plausible, independientemente de que esos beneficios daten de tiempo atrás, en cuyo caso hay que conservarlos, o sean novedosos.

            Los conservadores mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX eran contrarios a la reforma del presidente Benito Juárez, la cual logró la muy saludable separación entre Estado e Iglesia y la laicidad del país. Su postura era reaccionaria, pues se oponía a una serie de medidas que significaban un avance social en virtud del cual las instituciones y las leyes civiles quedaban resguardadas de la influencia religiosa. Con el triunfo de los liberales se inicia la construcción del México moderno, laico y republicano.

            Es claro que en ese episodio histórico el conservadurismo de quienes combatían la Constitución liberal y las Leyes de Reforma no resultaba conveniente para el país. Su triunfo hubiera causado un retroceso social. Pero, como apunté, en otras ocasiones lo que se quiere conservar es algo valioso para una sociedad y sus integrantes.

            Ahora mismo, ante el frenesí destructor del flamante gobierno federal, hay normas jurídicas, instituciones, espacios sociales y prácticas que conviene conservar en su integridad, es decir, evitar que sean aniquiladas o debilitadas. El ejemplo reciente más claro es el de las estancias infantiles, cuyo funcionamiento ha permitido a cientos de miles de mujeres y hombres trabajar o estudiar con la tranquilidad de que, mientras lo hacen, sus hijos pequeños quedan en lugares seguros donde reciben buen trato y educación, además de que pueden convivir con otros niños. ¡Por supuesto, eso habría que conservarlo!

            Un ejemplo menos reciente es el de la Reforma Educativa, que, entre otros logros, había conseguido que la asignación de plazas y la promoción de los profesores dependiera de méritos y no estuvieran sujetas a las decisiones de las mafias sindicales. La derogación de esa reforma es un retroceso perjudicial para niños y adolescentes, que ensancha todavía más el inmenso abismo entre la calidad de las escuelas públicas y la de las privadas. La conservación de esa reforma, mejorando o corrigiendo los aspectos que así lo ameritaran, hubiera tenido un carácter evidentemente progresista.

            Vayamos ahora a los avances democráticos que ha tenido el país. Una posición progresista es la que propugna conservarlos y profundizarlos y, por tanto, defiende la división de poderes, el apego estricto de todos los actos de las autoridades a la legalidad, el respeto a las instituciones autónomas, el otorgamiento de obra pública previa la licitación correspondiente, la tolerancia ante la crítica.

            No es un contrasentido la afirmación de que estar por la conservación y la profundización de esos avances es una postura no sólo democrática sino políticamente liberal, tanto como lo es estar a favor de la conservación del Estado laico que instauraron los liberales mexicanos del siglo XIX.

            La verdadera pugna —en la cancha social, política, cívica y económica—, la única relevante, es la que se da entre posiciones progresistas y posturas retrógradas. Las primeras exigen romper con lo que impida u obstaculice los avances sociales y los derechos individuales, y conservar, mejorándolo continuamente, todo aquello que los favorezca. Ω

Mentir

En la decadencia del arte de mentir, Mark Twain advierte: “Nadie podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo”. Por su parte, Jacques, personaje de El primer hombre, de Albert Camus, cree que la mentira es necesaria para vivir con quienes uno quiere.

            La mentira con frecuencia es un deber de cortesía. Cuando se nos presenta a una persona que no nos suscita en ese primer momento interés ni simpatía, lo cortés es que mintamos: “Mucho gusto”. En ocasiones incluso la mentira puede ser meritoria. Supongan la lectora y el lector que la vecina está siendo golpeada por su esposo (no de usted, de la vecina) y, aprovechando un descuido de éste, logra salir de su departamento, llegar al de usted y pedirle asilo. Usted se lo concede. Un minuto después el cónyuge llega y le pregunta si ha visto a su mujer. ¿Usted la delataría?

            La mentira también puede estar motivada por piadosa condescendencia. Usted se encuentra con una amiga a la que tenía tiempo sin ver. Ella, que es coqueta y fue muy guapa, pero ahora está deteriorada físicamente, le dice que usted luce muy bien y le pregunta, buscando, obviamente, una contestación favorable, que cómo la ve a ella. Si usted no es sádico o fanático de la verdad, le dará una respuesta edulcorada.

            Un dilema dramático es el del médico que descubre que su paciente no tiene remedio y se encuentra en fase terminal, y no se atreve a decírselo crudamente. ¿Podríamos reprobar que le diera una leve esperanza si considerase que con ella podría pasar mejor sus últimos días o abrigara la ilusión de un milagro?

            Pero hay de mentiras a mentiras. Muy interesante es la psique del impostor que se inventa una identidad y una trayectoria vital. Miente para ocupar el centro de la atención y vivir fantasiosamente una vida que reemplace la grisura de la propia. No quiere pasar desapercibido sino ser una figura admirada. El breve espacio de esta columna sólo me permite referirme a dos casos célebres.

            En sus libros, de los cuales el más famoso es El tercer ojo, Lobsang Rampa aseguró que él era la reencarnación de un lama tibetano fallecido, describió sus experiencias en un monasterio del Tíbet y reveló que el tercer ojo fue abierto en su frente dándole el poder de la visión del aura. Cuando se descubrió que el autor nunca había estado en el Tíbet y que en realidad se trataba del inglés Cyril Hoskin, éste ingenió que su cuerpo se hallaba poseído por el espíritu de Lobsang Rampa.

            El francés Jean-Claude Romand hizo creer durante 18 años que era médico e investigador eminente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Al despedirse por las mañanas de su esposa en su casa de Prévessin, supuestamente para ir a trabajar, vagaba por autopistas en su automóvil, paseaba por el bosque o disfrutaba de una siesta en el estacionamiento de la OMS. Su alto nivel de vida era sostenido con los ahorros de sus suegros y el dinero que le entregaban amigos creyendo que lo invertía en Suiza. Cuando la simulación estaba a punto de ser descubierta, lo que le resultaba insoportable, mató a tiros a sus hijos y a sus padres y de un golpe a su consorte. El caso dio lugar a películas, documentales y a la crónica El adversario, de Emmanuel Carrère.

            Distinta es la motivación de quienes mienten por ejercer sus obsesiones, salirse con la suya a pesar de las consecuencias desastrosas que originen o vengarse oscuramente quién sabe de qué. Hágase mi voluntad y venga un nuevo diluvio universal.

            El ejemplo más cercano es el del presidente Andrés Manuel López Obrador al “justificar” la cancelación, absurda y sumamente costosa, de la obra del nuevo aeropuerto internacional. Desoyó a los expertos y permitió que Javier Jiménez Espriú mintiera respecto del dictamen de MITRE. Sostuvo que en los contratos de la obra había turbios manejos y que allí se ocultaba huachicol, sin exhibir pruebas ni promover acción alguna para castigar tales actos ilícitos. Y aseguró que en los terrenos de la actual terminal algunos empresarios harían grandes negocios, aseveración inverosímil porque la utilización de esos terrenos, en virtud de que son de propiedad federal, tendría que ser aprobada por su propio gobierno.

Contra mujeres y niños pobres

Por lo que estamos viendo, se trata de aniquilar todo lo que no sea obra de la Cuarta Transformación, sea cual fuere el costo humano, cultural y económico que eso implique. Se trata de un afán delirante de mostrar que nada de lo que se logró antes es valioso.

            Esa actitud es semejante a la del Estado Islámico. En cada territorio tomado, además de llevar a cabo ejecuciones masivas y someter a esclavitud, incluida la sexual, a las mujeres, ha destruido templos, monumentos, bibliotecas, piezas artísticas, museos, tumbas, toda clase de legados culturales e históricos invaluables. La razón: no dejar vestigios de cualquier símbolo que no pertenezca al islam. El gobierno de AMLO parece pretender que no quede en pie nada anterior a su gestión.

            Ahora le ha tocado turno a las estancias infantiles, que tan importantes servicios han prestado a cientos de miles de mujeres y niños pobres. Se les quita presupuesto, salvo a las 75 del presidente del PT, aliado del gobierno, a las que se aumentan 200 millones de pesos, a pesar de que han sido señaladas como un modo de lavado de dinero y algunas de ellas son inexistentes.

            Una gran conquista de las mujeres ha sido la de contar con espacios en los cuales, mientras ellas trabajan o estudian, sus hijos pequeños estén seguros, juegan con otros de la misma edad, aprenden buenos hábitos de higiene, alimentación y convivencia. Esos espacios, nueve mil 500 en el país, han posibilitado que cientos de miles de mujeres (y miles de hombres solos) trabajen o estudien sin dejar a sus hijos abandonados. Muchas de esas mujeres son el único sostén de su hogar. Privarlas de las estancias arruina su vida.

            Es una burla apuntar como solución que a los afectados se les daría dinero en efectivo con el cual podrían pagar a los abuelos por cuidar a los niños. No todos los abuelos están en disposición de cuidar a sus nietos todos los días como una obligación ineludible. Algunos ya murieron. No son pocos los que tienen actividades laborales o de otra índole que no podrían o no querrían dejar. Otros no son aptos para ese cuidado por su salud o su temperamento. Además, no se trata sólo de resguardar a los niños, sino de educarlos desde la primera infancia, crucial en el desarrollo humano. Dando el dinero directamente a los padres, advierte Federico Reyes Heroles, se pierde el control para que los niños sean los beneficiados. Ese dinero podría gastarse, por ejemplo, en bebidas alcohólicas (Excélsior, 11 de enero).

            El argumento de que la medida obedece a los casos de corrupción detectados no resiste el análisis. Si los hay, es deber de las autoridades investigarlos y sancionarlos, pero es insensato tirar el agua sucia de la tina con todo y niño. “Con una lógica similar, para combatir el robo de gasolina (el gobierno) clausuró y emprendió el oneroso y riesgoso programa de transportación en pipas. Esas medidas transfieren a la sociedad el costo de la corrupción”, observa Raúl Trejo Delarbre (La Crónica de Hoy, 11 de enero).

            No sólo los derechos de las mujeres: con la medida se lesionan también severamente los derechos de los niños más pequeños. Nuestra Constitución señala en su artículo 4º: “En todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral”.

            Al mismo tiempo que infligía un golpe brutal a mujeres, hombres y niños pobres, el Presidente eludía su deber de aplicar la ley desbloqueando las vías férreas obstruidas por la CNTE. En un desplante inaudito, presentó queja por ese bloqueo ante la CNDH para que ésta le indicara qué hacer. ¿No le dijeron sus asesores jurídicos que el ombudsman se ocupa de los actos abusivos de las autoridades y no de instruirlas acerca de sus obligaciones? En todo caso, la queja hubiese procedido contra su gobierno por no cumplir y hacer cumplir la ley como es su deber. Pero propongo que le pregunte a la misma CNDH si no es violatorio de los derechos humanos que cause tan grave daño a cientos de miles de mujeres y niños pobres del país.

Calla y acalla

¿No callaban también los funcionarios y los legisladores del PRI y del PAN ante las barbaridades, los errores y los abusos del Presidente cuando era de su partido? ¿Por qué ahora ha de ser distinto? Es cierto, tú reprochabas airado las decisiones erradas, las tropelías, las simulaciones de los gobiernos pasados, pero no hagas caso de las del actual gobierno, porque los anteriores representaban a la mafia en el poder, a los conservadores, a los fifís, y éste, en cambio, es el gobierno del pueblo.

            ¿Sentiste un retortijón cuando supiste que Napoleón Gómez Urrutia era compañero de ruta? ¿Te escandalizaste —íntima y silenciosamente, claro— al ver que la magna obra del nuevo aeropuerto, con avance de una tercera parte, se tiraba a la basura? ¿Te dio vergüenza que se presentara como consulta popular una votación sin garantía de limpieza en la que participó el 1% de los ciudadanos empadronados? ¿Experimentaste escozor al cancelarse, sin dejar una sola coma, la Reforma Educativa que habían avalado todos los partidos políticos y era un intento de sacar a la educación pública básica de la deplorable situación en que se encuentra?

            ¿Te dio pena que se echara a la calle a decenas de miles de servidores públicos de niveles modestos, quienes seguramente no tienen ahorros para afrontar el desempleo ni contactos para conseguir un nuevo trabajo? ¿Te condoliste de las madres y los niños pobres que se quedaron sin estancias infantiles? ¿Se te indigestó el desayuno porque el gobierno mexicano sigue reconociendo a la tiranía de Maduro? ¿Te inquietaste por el inicio de la cacería de brujas, cuyo primer perseguido es el presidente de la Comisión Reguladora de Energía? ¿Te abochornan los nombramientos de gente sin preparación en el Conacyt y las obras sin licitación?

            No te sientas mal. No eres el único que adopta esa actitud. No ha habido una sola voz discordante entre los actuales funcionarios públicos, ni entre los legisladores o militantes del partido en el gobierno y partidos aliados. Algunas veces, no demasiadas, te ha atacado el insomnio después de un sueño que no aciertas a recordar claramente, pero en el que alguien o algo, quizá una imagen relacionada con tu mutismo, te hizo sentir incómodo. Pero, bueno, así son las pesadillas. No hay que hacerles caso.

            También en vigilia te ha dado alguna punzada. Recordaste la otra tarde aquel verso de José Emilio Pacheco que dice algo así como que somos todo aquello que repudiamos a los 20 años. Te habías topado ya con la tira dominical de Paco Calderón en la que el cartonista dice: “Ahora aplauden todo lo que hace poco decían repudiar: votaciones amañadas, fiscales carnales, leyes a la medida y contentillo, obra pública sin licitación, despidos injustos, contubernio con empresarios, recortes salariales, instituciones y poderes sumisos por no decir abyectos, militares en las calles como policías y ecocidios en reservas naturales”.

            No pudiste evitar esa punzada, pero te tranquilizaste: los poetas son ilusos, y a los dardos sarcásticos de ese cartonista conservador tampoco han escapado los gobiernos del PRIAN. ¿Por qué un verso y unos cartones tendrían que perturbarte? Estás del lado correcto de la historia: 30 millones de votos legitiman el gobierno al que apoyas incondicionalmente y sabes que logrará la cuarta transformación del país.

            Es verdad, no te lo puedes negar a ti mismo: hay cosas del Presidente que te desagradan. Pero no les vas a hacer el juego a los conservadores. ¿La conciencia? Es un concepto burgués. Para lograr las grandes transformaciones históricas hay que hacer a un lado los melindres. ¿Quién puede imaginarse a los soviets con dudas o remordimientos? ¿Acaso el fin no justifica los medios? Así que sigue callando, y mejor acalla tu conciencia fifí.