En su duodécimo trabajo, Perseo, en Clásicos, nos presenta ahora una sabrosa porción del mejor estudio que se haya escrito sobre las supersticiones medievales, del historiador Jules Michelet, en la que alaba, acaricia y redime a las brujas, a las antiguas sabias amigas del pueblo, a quienes se recompensó con suplicios y hogueras. En el mismo apartado, y ya ascendidos al empíreo, José Emilio Pacheco nos relata, en La zarpa, la historia de Zenobia, una pobre mujer zarandeada por la envidia, y Juan Gelman, desde los hábitos de un desocupado —desempleado—, con su cruda y eminente poesía, le pide a Dios que baje.
En sendos apartados se da cuenta de los sucesos relevantes en los ámbitos de la Suprema Corte de Justicia, el Sistema Nacional de Seguridad Pública, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), Amnistía Internacional y el Foro Económico Mundial de Davos.
En esos apartados destacan especialmente la sentencia de la Corte que amparó a un quejoso a quien le fue negado el derecho de registrar a su pareja del mismo sexo en el IMSS, y la del TEDH en la que condenó al gobierno irlandés a pagar multas e indemnizaciones a víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros de la jerarquía sacerdotal católica contra estudiantes de primaria. A pesar de que ya sabía de dichos abusos, el gobierno irlandés continuó sufragando la educación en las instituciones del sistema escolar nacional sin establecer medidas que protegieran a los estudiantes.
Asimismo, en el apartado de la CNDH destaca la demanda de amparo interpuesta contra ese organismo público en relación con la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, por supuestamente no haber señalado la responsabilidad del Estado ni haber tomado en cuenta a los famiiares de las víctimas, y la carta abierta que el diputado Ricardo Mejía Berdeja dirigió al presidente del propio organismo increpándolo por diversas omisiones graves en que supuestamente ha incurrido el ombudsman nacional.
Cosas veredes desenmascara la falacia en boga de que el derecho a protestar es patente de corso; se lamenta de la ausencia de una izquierda moderna, razonable, democrática…;, hace un recuento de las peripecias de algunos simuladores que nos han causado estupor; analiza la idea de’jurisdicción universal’ —algo así como <cualquier juez del mundo contra cualquier presunto delincuente del mundo>—; señala el disparate del anuncio, que el dirigente más conocido de la izquierda ha hecho en el sentido de que formulará, contra el Presidente de la República, una denuncia por traición a la patria por haber promovido la reforma energética; comenta el dilema que enfrenta el gobierno con los grupos de autodefensa que han surgido en distintos lugares del país, entre combatirlos, permitirlos o contemporizar con ellos acomodándolos a la institucionalidad; señala la conveniencia de establecer una policía nacional para combatir eficazmente al crimen organizado que se ha ensañado en algunas entidades federativas, y se pregunta si es posible instaurar regímenes democráticos en las sociedades de mayoría islamista, a propósito de la dictadura de ese signo religioso, intolerante, represora y violenta, que llegó por el voto popular al gobierno de Egipto y traicionó al pueblo que la encumbró.
Y finalmente, atemperando el viaje, Perseo ofrece las minucias usuales. Ω