Un cazador apunta y le dispara a un pato que va volando, pero el ave cae dentro del corral de un granjero, quien la reclama como suya.
—Es mi pato — insiste el cazador.
Como ninguno de los dos cede, el granjero sugiere resolver las cosas a la antigua usanza:
—Con una patada pueblerina.
—¿Una qué?…
—Yo lo pateo tan fuerte como pueda en los testículos, y luego usted hace lo mismo conmigo. El que grite menos tiene derecho a quedarse con el pato.
El cazador acepta. El granjero toma vuelo y le da una gran patada en los testículos. El hombre aúlla de dolor y cae al suelo. Cuando logra levantarse, dice jadeando:
—Bueno, ahora es mi turno…
—Olvídelo— dice el granjero—. Puede usted quedarse con el pato.
𝄇