Insólito

La fiebre de los tulipanes

Por Mario Alberto Naranjo Ricoy

A inicios del siglo XVII, la llamada “era de los descubrimientos” arrojaba saldos positivos para España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda en términos de exploración del mundo, establecimiento de rutas marítimas para el intercambio de mercancías y, sobre todo, dominio y control de vastas poblaciones y territorios de ultramar. Dicha expansión de las potencias europeas propició un comercio intercontinental sin precedentes.

En ese contexto, los principales puertos de las Provincias Unidas (en lucha por independizarse del Imperio Español), como Amberes y Ámsterdam, se convirtieron en emporios florecientes a los que concurrían multitud de comerciantes, banqueros y propietarios acaudalados de todas las nacionalidades y religiones, convirtiendo a dichas ciudades en auténticos centros cosmopolitas en los que también se desarrollaban la cultura y las artes.

Entre la inmensa cantidad y variedad de mercaderías y productos procedentes de las más diversas regiones se encontraban las especias, la cochinilla, el cacao y la plata americanos, así como el tulipán proveniente de Turquía. Este último había sido llevado a Leiden por el botánico flamenco Carolus Clusius y en poco tiempo atrapó la atención de todas las clases sociales que constituían el público consumidor de la región, las que contemplaron al tulipán como una planta exótica de gran belleza, cuya posesión otorgaba distinción y estatus.

El exotismo de la flor aumentó cuando, por razones entonces desconocidas, se produjo un hecho inusitado: los bulbos de los tulipanes cultivados en tierras holandesas cambiaban súbitamente de apariencia, pasando de tener un solo color a adquirir varios, de forma completamente aleatoria. El suceso causó mucha impresión y tuvo gran impacto en la demanda y los precios de los tulipanes, que alcanzaron cifras estratosféricas en la década de 1620. La “tulipomanía” o “fiebre de los tulipanes” había comenzado.

Según se cuenta, en 1623 un solo bulbo de tulipán podía valer 1000 florines neerlandeses; la cifra se puede poner en perspectiva tomando en cuenta que el ingreso medio anual de una persona normal en los Países Bajos era de 150 florines. El record de venta fue del “Semper Augustus”, un bulbo que fue vendido por 6000 florines. Mansiones de lujo, granjas enteras, caballos de raza, artículos de colección eran intercambiados por algunos lotes de tulipanes sin ningún miramiento.

Ante el alza irrefrenable de precios, los inversionistas estimaron que entre más capital colocaran en el mercado de los tulipanes obtendrían mayores y más extraordinarias ganancias. Con esto en mente, los mercaderes y banqueros comenzaron a comprar y vender títulos de tulipanes que ni siquiera se habían cosechado. Así, se creó la que se conoce como la primera gran burbuja de especulación financiera del capitalismo moderno.

Pero en 1637, la burbuja estalló. El valor de los títulos de compraventa alcanzó niveles estratosféricos, absolutamente alejados del precio real. Aunado a ello, la epidemia de peste bubónica del año anterior diezmó a la población, provocando una contracción natural del mercado. Un gran número de tulipanes quedaron sin comprador y muchos contratos fueron imposibles de cumplir. En consecuencia, los altísimos precios de los títulos de compraventa se desplomaron y quienes ya habían comprometido sus fortunas en el negocio de la flor quedaron en bancarrota, causando una crisis económica profunda.

El episodio histórico quedó plasmado en una pintura de Jan Brueghel el Joven, célebre pintor flamenco de la época que tituló su obra “Alegoría de la tulipomanía”, en la que los especuladores son retratados como monos capuchinos. Posteriormente, el periodista escocés Charles Mackay también registró aquellos acontecimientos en sus sensacionalistas Memorias de extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes, publicadas en 1841.

En la actualidad hay investigadores que discuten la veracidad de algunos relatos, así como la magnitud de la crisis, pues consideran que ambos aspectos han sido exagerados. Lo que parece estar fuera de duda es que efectivamente hubo una burbuja especulativa asociada a la compra-venta de tulipanes que fue detonada por la ambición desmedida de inversionistas y especuladores, y que provocó desarreglos en la economía que determinaron la ruina de muchos en beneficio de unos pocos.

Bibliografía

  • Tenenti, Alberto. La edad moderna. Siglos XVI al XVIII. Barcelona, Editorial Crítica, 2000.

Fuentes electrónicas