Por Ismael Eslava Pérez[2]
I. Consideraciones preliminares.
Vivir y disfrutar la niñez y adolescencia en las mejores condiciones posibles, es requisito esencial para que las personas menores de edad se desarrollen integralmente, lo que implica no sólo de garantizar su supervivencia o de paliar las carencias sociales que les agravian, sino de satisfacer plenamente las necesidades vinculadas a todos los ámbitos de su desenvolvimiento individual, lo cual favorece en ellas y ellos un sano crecimiento físico y mental pero también la apropiación de valores, de una cultura de paz y rechazo a la violencia, de conocimientos formales, habilidades socioemocionales, conciencia ciudadana y herramientas para concretar sus aspiraciones, tomar decisiones que contribuyan a su bienestar y enfrentar los problemas inherentes a la complejidad de la convivencia humana y los constantes cambios del entorno.
Se trata de garantizar que su tránsito por esa etapa del ciclo vital esté libre de obstáculos externos, barreras de actitud, discriminación o represión, que pudieran limitar su participación plena, efectiva y creativa al interior de sus familias, en sus comunidades y el Estado; estos últimos, agentes que, en diversos grados, son corresponsables en la ejecución de acciones tendentes a facilitar el ejercicio, observancia, protección y defensa de los derechos humanos de la niñez y adolescencia.
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