Friedrich Nietzsche
…Cuando un domingo por la mañana oímos repicar las viejas campanas, nos preguntamos: ¿será posible? Esto se hace por un judío crucificado hace dos mil años, que dijo ser hijo de Dios. Falta la prueba de semejante afirmación. No cabe duda de que en nuestros tiempos la religión es una antigualla subsistente desde época muy remota, y el hecho de que se crea esa afirmación —mientras tan estricto se es en el examen de las aserciones—es tal vez la parte más antigua de esta herencia. Un dios que engendra hijos con una mujer mortal; un sabio que incita a no trabajar más, a no juzgar más, sino a atender a los signos del inminente fin del mundo; una justicia que acepta al inocente como víctima propiciatoria; alguien que ordena a sus discípulos beber su sangre; oraciones por intercesiones milagrosas; pecados cometidos contra un Dios, expiados por un Dios; temor de un más allá cuya puerta es la muerte; la figura de la cruz como símbolo en una época que ya no conoce la condena y la vergüenza de la cruz; ¡qué hálito estremecedor nos lanza todo esto, como procedente del sepulcro de un remotísimo pasado! ¿Cómo creer que algo así sea todavía creído?…
[1] Fragmento (titulado por el editor) de Humano, demasiado humano, tomado de: CARRIÈRE, Emmanuel. El reino. Anagrama. Barcelona. 2014. p. 11 [http://www.elcultural.com/PDF/fragmento-el-reino.pdf] (290317)