Vieja,
calva,
terca,
testaruda,
muy testadura;
Sin memoria,
sin conciencia,
despiadada;
terriblemente despiadada;
de largas uñas,
de afilados colmillos y
sedienta de sangre,
ha vuelto la barbarie.
Apertrechada como un tanque,
recubierta de hojalata,
con escudos,
con metrallas,
con garrotes,
con estruendo,
entre bombas lacrimógenas,
mostrando garras y colmillos
ha vuelto la barbarie.
Y como en los viejos tiempos
(aquellos tiempos
que parecían olvidados
en los rincones de los libros
en cenizas páginas,
en trastiendas recónditas)
ha vuelto;
se la puede ver durante el día,
de blanco almidonado
o de nítidos trajes azules
o de negro total;
y encapuchada
embiste como un toro de lidia,
arremetiendo con instinto asesino,
contra toda humana razón,
contra todo cuerpo indefenso.
Y se la ve en el culto
con las manos elevadas,
clamando al cielo
o se la ve de rodillas
frente al Cristo crucificado
con traje clerical y de bonete rojo;
antes de apretar el gatillo del fusil
y destrozar una cabeza más.
La Barbarie ha vuelto
y se apellida hoy:
Michelleti,
Canahuati,
Vásquez o Ferrari,
como se apellidaba ayer:
Rosas,
Ubico,
Trujillo,
Carías o Somoza.
Jorge Luis Oviedo