—Hermanos— predica el sacerdote al final de su sermón dominical —no estamos tan mal como muchos piensan. Recuerden que en la época de Caín y Abel había un 50% de asesinos.
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Está científicamente comprobado que lo único que detiene la caída del cabello… es el suelo.
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Un tendero se encuentra moribundo:
—María, María, ¿dónde estás, esposa querida?
—Aquí estoy, esposo querido, a tu lado…
—¿Y mi hijo Pepe?
—Aquí estoy, papá, a tu lado…
—¿Y mi hija Lupe?
—Aquí, papito, a tu lado…
—¿Y mi hijo Juan?
—Aquí también, a tu lado…
—¿Y entonces quién demonios está atendiendo el negocio?