No he militado jamás en algún partido político ni me entusiasma ninguno de los partidos mexicanos. Obsesionados por alcanzar o mantener el poder, no parece importarles, más que en el discurso, la suerte del país, sus problemas más ingentes. Todos están dispuestos a vender su alma al diablo, ya no digamos por la Presidencia o una gubernatura, sino aun por una triste alcaldía.
No, ninguno de los partidos políticos del país me encandila, pero hay uno que me aterra. Sus líderes admiran a uno de los gobiernos más represivos, corruptos, sectarios y crueles que ha padecido América Latina (¡y vaya que los países latinoamericanos han sufrido gobiernos represivos, corruptos, sectarios y crueles!).
Me resulta muy difícil comprender —por no decir que me resulta incomprensible— que ciertos regímenes y ciertos dirigentes políticos tengan admiradores entre gente que se dice progresista. Pero los han tenido a lo largo de la historia.
Muy joven, aún sin haberme graduado de la licenciatura, fui profesor en el plantel Vallejo del entonces flamante Colegio de Ciencias y Humanidades. Había profesores que admiraban a Mao y a Stalin, ya no digamos a Fidel Castro, no obstante el sufrimiento que cada uno de ellos había causado a sus gobernados.
Mao y Stalin son responsables de millones de muertes, por ejecuciones o por hambre, y de la devastación de millones más de vidas por encarcelamientos o marginaciones sociales, cuyo único motivo fue la disidencia. No obstante, la más guapa de las profesoras del Departamento de Derecho de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana, donde fui docente más tarde, me insistía en que asistiera a las lecciones dominicales (¡como ir a misa!) que impartía su pareja sobre maoísmo: ¡el catecismo de El libro rojo! Hoy mismo Maduro cuenta con admiradores entre los académicos de la UNAM. Incomprensible, pero cierto.
Pero volvamos al partido mexicano que idolatra al régimen chavista. “Y no es nuevo el inmoral amorío de Morena —su dueño, gerentes y candidatos— con la dictadura de Maduro; no es novedad que esa izquierda guarde silencio cómplice frente a la represión y los crímenes de Maduro”, escribió Ricardo Alemán (Milenio, 4 de junio). El silencio no es sólo de Morena, sino de toda la izquierda partidaria mexicana, fiel a sus dogmas y sus prejuicios antediluvianos, inconmovibles a pesar de la caída del muro de Berlín.
Pero la actitud de Morena no ha sido únicamente el mutismo. La embajada de Venezuela en México publicó una foto de la embajadora María Lourdes Urbaneja con la bandera de esa agrupación al fondo y un texto: “Celebramos el acompañamiento del partido Morena, su solidaridad y apoyo irrestricto a la Revolución Bolivariana”.
Solidaridad y apoyo ilimitado (eso quiere decir irrestricto) a un régimen que ha sumido en la ruina a uno de los países más ricos del continente, en el que hay carencia de alimentos y medicinas, y que padece la más alta inflación del mundo, decenas de presos de conciencia, bandas paramilitares que asesinan impunemente a manifestantes, avasallamiento del poder judicial y servilismo del defensor del pueblo. Un régimen que, además, como todas las dictaduras, considera a los opositores no como adversarios políticos sino como traidores a la patria.
El seguro candidato de Morena a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador —con posibilidad de ganar la elección—, considera que todo el que no lo apoye está con la mafia en el poder. En referencia a los dirigentes del PRD que no aceptaron abandonar su campaña en el Estado de México para apoyar a la candidata de Morena, amenazó: “Quien quiera ser libre como águila, que vuele alto; quien quiera arrastrarse como gusano, nomás que cuando lo pisen no chille”.
Sergio Sarmiento comprendió lo ominoso de la declaración: “Insultar y despreciar a quienes no piensan como él, incluso a quienes han sido sus compañeros durante años, no augura nada bueno para un gobierno de López Obrador” (Reforma, 25 de mayo). No, nada bueno augura un potencial gobernante que admira al chavismo y ve a quienes no son sus incondicionales, tal como han visto a sus opositores Chávez y Maduro, como gusanos a los que hay que pisotear.