Me niego rotundamente
a negar mi voz,
mi sangre y mi piel.
Y me niego rotundamente
a dejar de ser yo,
a dejar de sentirme bien
cuando miro mi rostro en el espejo
con mi boca
rotundamente grande,
y mi nariz
rotundamente hermosa,
y mis dientes
rotundamente blancos,
y mi piel valientemente negra.
Y me niego categóricamente
a dejar de hablar
mi lengua, mi acento y mi historia.
Y me niego absolutamente
a ser parte de los que callan,
de los que temen,
de los que lloran.
Porque me acepto
rotundamente libre,
rotundamente negra,
rotundamente hermosa.
Shirley Campbell