Si ser fifí es sentir estupor e indignación por la cancelación de la mayor obra de infraestructura de América Latina, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, de clase mundial, que llevaba un avance de más del 30%, en la que se habían invertido muchos miles de millones de pesos, que daba trabajo a decenas de miles de personas y generaría cientos de miles de empleos más, y cuya idoneidad había sido confirmada por los expertos más calificados del mundo…
Si ser fifí es no hacerse el loco ante una supuesta consulta popular organizada y controlada por un solo partido, en la que cada quien podía votar cuantas veces quisiera, a pesar de lo cual el número de votos a favor de la cancelación fue tan sólo del 0.7 del padrón electoral, porcentaje ínfimo que ha pretendido presentarse como la decisión incontrovertible del pueblo sabio…
Si ser fifí es protestar por la derogación de la Reforma Educativa, que significa eliminar la posibilidad de cumplir con el derecho de niños y adolescentes a recibir una educación de calidad, y aseverar que es éticamente inaceptable que se vuelva a entregar la gestión de la educación básica a las mafias sindicales…
Si ser fifí es oponerse a una amnistía que supondría una abdicación deshonrosa del Estado al dejar en libertad a quienes han actuado con crueldad inaudita secuestrando, torturando y degollando a sus víctimas, entre las que hay incluso mujeres embarazadas y bebés…
Si ser fifí es estar en desacuerdo con que, a contracorriente de lo que sucede en los países más productivos del mundo, se aumente la jornada laboral de los burócratas reduciendo drásticamente sus oportunidades de ocio y convivencia con familiares, pareja y amigos, y además se les disminuya el salario…
Si ser fifí es inconformarse con la dispersión de las secretarías de Estado, la que ocasionará serios trastornos en la vida de los afectados, quienes tendrían que conseguir en su nuevo lugar de residencia vivienda y escuela para sus hijos, y en muchos casos se verían obligados a separarse físicamente de sus seres queridos…
Si ser fifí es considerar absurdo que se recorte el 70% de la estructura del personal de confianza porque es precisamente este personal el que soporta la actividad de la administración pública, pues la mayoría de los trabajadores sindicalizados están en los niveles medios y bajos…
Si ser fifí es no aceptar que personajes de la índole de Elba Ester Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia y Nestora Salgado se hayan vuelto ciudadanos ejemplares en el preciso momento en que fueron bautizados en el Jordán de la indulgencia del próximo presidente…
Si ser fifí es sentirse agraviado por la invitación a la ceremonia de toma de posesión de la presidencia a Nicolás Maduro, responsable de la violación sistemática de los derechos humanos, el encarcelamiento y el asesinato de opositores, la masacre de cientos de manifestantes, la carestía y la carencia de productos básicos y la abolición de la democracia en su país…
Si ser fifí es no admitir que hay que quedarse callado aceptando como legítima cualquier decisión del futuro gobernante porque está investido de la legitimidad que le otorgan 30 millones de votos, como si estos sufragios fueran un cheque en blanco incluso para saltarse la ley y los procedimientos democráticos (¿no fue elegido también por mayoría absoluta Adolfo Hitler?)…
Si ser fifí es no aplaudir las decisiones caprichosas, insensatas y arbitrarias del presidente electo, no sumarse al numeroso coro que vitorea todo lo que haga o deje de hacer, sea lo que fuere, sino ejercer el derecho elemental e irrenunciable de la crítica, defender lo razonable, rechazar el autoritarismo, el fanatismo y el sectarismo, ser leal a la cordura, a los valores democráticos y a los principios éticos…
Si en eso consiste ser fifí ––el Diccionario de la Real Academia Española da una definición muy distinta: persona presumida y que se ocupa de seguir las modas––, entonces ser calificado como tal por quienes han decidido la incondicionalidad absoluta ante el gobierno que viene es un elogio, no un baldón. En el capítulo quinto de la primera parte de la mayor obra de la literatura en nuestra lengua, don Quijote advierte: “Yo sé quién soy”.