- Cómo cumplir las promesas y los objetivos de desarrollo sostenible a las jóvenes
El matrimonio de Sharon J. a los 14 años en Tanzania arruinó sus esperanzas para el futuro: “mi sueño era estudiar para ser periodista. Todavía hoy, cuando veo los informativos o escucho la radio y alguien está leyendo las noticias, me causa mucho dolor porque me gustaría que fuera yo”.
En todo el mundo, el matrimonio es a menudo idealizado como una manera de inaugurar el amor, la felicidad y la seguridad. Pero para Sharon y otras adolescentes, casarse es a menudo una de las peores cosas que pueden pasarles. Aproximadamente una de cada tres niñas en el mundo en vías de desarrollo se casa antes de los 18 años; una de cada nueve se casa antes de cumplir los 15.
Las investigaciones de Human Rights Watch en Afganistán, Bangladesh, Malawi, Nepal, Sudán del Sur, Tanzania, Yemen y Zimbabue descubrieron que el matrimonio precoz tiene consecuencias nefastas para toda la vida, que a menudo son completamente devastadoras o que paralizan la capacidad de una niña para disfrutar de una amplia gama de derechos humanos. El abandono escolar prematuro contribuye, y es a la vez también, un resultado del matrimonio precoz. Otros impactos incluyen la violación marital, un mayor riesgo de violencia doméstica, la falta de acceso a un trabajo digno, la explotación por medio del trabajo no remunerado, el riesgo de transmisión del VIH y un abanico de problemas de salud debido a la maternidad temprana.
En la actualidad, se está prestando una atención sin precedentes al matrimonio infantil en todo el mundo. Voces prominentes dentro y fuera de los gobiernos, incluyendo las de Sheikh Hasina, la primera ministra de Bangladesh, y Joyce Banda, la ex presidenta de Malawi, se han comprometido públicamente a luchar contra el matrimonio infantil en sus países.
Pero el cambio es a menudo progresivo y las promesas no siempre conducen a una acción eficaz. A pesar de fijar la meta de acabar con el matrimonio infantil en Bangladesh para 2041, Sheikh Hasina también ha propuesto una ley para reducir la edad en que las niñas pueden contraer matrimonio a 16 años, en lugar de los actuales 18. En abril de 2015, Malawi aprobó una nueva ley que establecía la edad mínima del matrimonio a los 18 años; sin embargo, la ley no anula la Constitución, que no prohíbe explícitamente el matrimonio de niños menores de 15 años, y permite casarse a jóvenes de 15 a 18 años con el consentimiento de los padres.
Los donantes internacionales, organismos de las Naciones Unidas y grupos de la sociedad civil, incluyendo a Niñas, no Novias (Girls Not Brides, por su nombre en inglés), una coalición de más de 500 organizaciones en todo el mundo, también se han unido en favor de esta causa. Los retos son enormes. El matrimonio infantil, alimentado por la pobreza y normas profundamente arraigadas que infravaloran y discriminan a las niñas, no desaparecerá si la atención concertada de la que ahora disfruta disminuye en favor del siguiente tema candente.
Un reciente avance puede ayudar a sostener esta atención: los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, adoptados en septiembre de 2015, incluyen la eliminación del matrimonio infantil como una meta clave para 2030 para promover la igualdad de género.
El cumplimiento de este objetivo requiere una combinación de enfoques que se ha demostrado que son difíciles de alcanzar para otras cuestiones de derechos de las mujeres: el compromiso de la voluntad política y recursos durante muchos años; la voluntad de reconocer la sexualidad de las adolescentes y brindarles información y opciones; y la verdadera coordinación entre diversos sectores, entre ellos la educación, la salud, la justicia y el desarrollo económico.
Abordar las raíces del matrimonio infantil
Me enfrenté a muchos problemas en el matrimonio. Era joven y no sabía cómo ser una esposa. Estaba embarazada, tenía que cuidar de mi marido, hacer las tareas domésticas, tratar con mis suegros y trabajar en la granja. Mi peor momento fue cuando estaba embarazada; tenía que hacer todo esto y lidiar con mi embarazo mientras que yo seguía siendo una niña.
—Elina V., casada a los 15 años, Malawi
Las principales causas del matrimonio infantil varían según las regiones y las comunidades, pero a menudo se centran en el control sobre la sexualidad de las niñas.
En algunos países, como Tanzania, Human Rights Watch entrevistó a muchas jóvenes que dijeron que se sintieron obligadas a casarse después de quedar embarazadas. En otros países, como Bangladesh, los padres precipitan el matrimonio de una hija para evitar el riesgo de que sea acosada sexualmente, que mantenga una relación sentimental o simplemente que se perciba que mantiene una relación antes del matrimonio.
Un denominador común es que la mayoría de las niñas, económicamente dependientes, con poca autonomía o apoyo y presionadas por las normas sociales, comparten la sensación de que no tienen más remedio que cumplir con los deseos de sus padres.
Normas de género discriminatorias existentes en muchos lugares, incluyendo tradiciones que dictan que una niña debe vivir con la familia de su marido, mientras que un niño permanece con sus padres y les mantiene económicamente, contribuyen a la percepción de que las hijas suponen una carga económica mientras que los hijos son una inversión a largo plazo.
La falta de acceso a educación de calidad es otro factor influyente. Cuando las escuelas están demasiado lejos, son demasiado caras, o el viaje es muy peligroso, las familias a menudo sacan a sus hijas de las escuelas, o las jóvenes abandonan los estudios por su propia iniciativa, lo que las hace mucho más propensas a casarse.
Incluso cuando las escuelas son accesibles, el ausentismo de los maestros y una educación de mala calidad puede significar que ni las niñas ni sus padres sientan que valga la pena el tiempo o el gasto necesario. También hay casos en los que las niñas no acuden a la escuela porque se espera que trabajen, ya sea en el hogar, o a veces como mano de obra remunerada desde edades tempranas. Estas mismas desventajas, combinadas con la falta de apoyo de los administradores de las escuelas o de los maridos y familiares políticos, a menudo impiden que las niñas casadas puedan continuar su educación.
Muchas niñas y sus familias citan la pobreza y la dote como otro factor que las empuja al matrimonio. El estrés que supone tener “otra boca que alimentar” acelera las decisiones de algunos padres de casar a sus hijas cuando éstas son todavía muy jóvenes. En Bangladesh, donde los padres de una joven pagan una dote al novio, cuanto más joven es ella, menor es la dote, lo que significa que algunas familias pobres creen que si no casan a sus hijas temprano no serán capaces de hacerlo nunca.
En cambio, en Sudán del Sur, es la familia de la novia la que recibe una dote del novio, ya sea en forma de ganado, un importante activo económico, o de dinero. Por ejemplo, Ayen C., del condado de Bor, dijo: “Mi marido pagó 75 vacas como dote por mí. Nunca habíamos hablado ni cortejado antes de casarnos. Cuando me enteré del matrimonio, sentí una gran amargura. Le dije a mi padre: ‘no quiero ir con este hombre’. Él dijo: ‘Me gusta el ganado que tiene este hombre, así que te casarás con él’”.
Muchas niñas tienen un acceso miserablemente escaso a la información y los servicios de salud sexual y reproductiva, ya sea sobre la forma en la que una mujer queda embarazada, los métodos anticonceptivos fiables, la protección contra las infecciones de transmisión sexual, los servicios prenatales, o la atención obstétrica de emergencia.
Como resultado, el matrimonio infantil está estrechamente vinculado a la maternidad temprana y de riesgo. Las consecuencias pueden ser letales: las complicaciones del embarazo y el parto constituyen la segunda causa principal de muerte entre las niñas de 15 a 19 años, a nivel mundial. En otros casos, el estrés del parto en cuerpos físicamente inmaduros puede causar fístulas obstétricas, un desgarro entre la vagina y el recto de una niña que se traduce en fugas permanentes de orina y heces. Las niñas que sufren esta condición a menudo son condenadas al ostracismo y abandonadas por sus familias y comunidades.
Según datos de 2013, el 74 por ciento de las nuevas infecciones de VIH entre los adolescentes africanos se producen en niñas, muchas de ellas en el contexto del matrimonio, donde su limitado peso en la relación y la presión de tener hijos contribuyen a la falta de uso del preservativo.
La violencia doméstica es otro riesgo del matrimonio, perpetrada por el marido de la joven o sus parientes políticos, e incluye tanto la violencia psicológica, física y sexual, como la violación marital. Aunque no todos los matrimonios infantiles están marcados por la violencia doméstica, el riesgo aumenta cuando hay grandes diferencias de edad entre una niña y su marido.
Muchos países no penalizan la violación dentro del matrimonio, e incluso cuando se trata de un delito, las niñas novias tienen poca capacidad para buscar ayuda. En general, la limitada información acerca de sus derechos, la falta de acceso a servicios –especialmente de asistencia legal y refugios de emergencia—, el divorcio discriminatorio, la herencia y las leyes de custodia, y el rechazo de sus propias familias, pueden atrapar a muchas en matrimonios abusivos sin posibilidad de escapar.
Los conflictos armados aumentan el riesgo de las niñas a ser blanco del matrimonio infantil y otros abusos. Por ejemplo, el matrimonio forzado de niñas es una devastadora táctica de guerra utilizada por grupos extremistas como el Estado Islámico (también conocido como ISIS) y el nigeriano Boko Haram. Human Rights Watch entrevistó a niñas Yazidi en Irak que contaron historias desgarradoras de cómo fueron capturadas y separadas de sus familias para luego ser compradas y vendidas como esclavas sexuales. Una joven que logró escapar describió haber sido llevada a un salón de bodas con 60 niñas y mujeres, donde los combatientes de ISIS les dijeron que se olvidaran de sus parientes porque de ahora en adelante se iban a casar con ellos e iban a parir sus hijos.
Los factores ambientales también juegan su papel. Las familias pobres que viven en zonas de alto riesgo de desastres naturales, incluso como resultado del cambio climático, como en Bangladesh, citaron la inseguridad resultante como un factor que empuja a casar a sus hijas a edades muy tempranas. Por ejemplo, la inundación de los cultivos o la pérdida de la tierra pueden profundizar la pobreza de una familia, por lo que muchos padres dijeron sentir presión para acelerar el matrimonio de una hija a raíz de un desastre natural o en previsión de uno.
El camino a seguir
Mientras que los daños causados por el matrimonio infantil son inquietantes, los beneficios de poner fin a la práctica son transformadores y de largo alcance. La lucha contra el matrimonio infantil es una forma estratégica de promover los derechos y el empoderamiento de las mujeres en diversos ámbitos, que van desde la salud, la educación, el trabajo, la libertad ante la violencia y la participación en la vida pública.
Pero el matrimonio infantil es complejo y varía ampliamente en todo el mundo. Los gobiernos comprometidos a cumplir con la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de acabar con el matrimonio infantil para el año 2030 necesitarán emplear un enfoque holístico e integral que se adapte a contextos locales y comunidades diversas.
Y mientras que la tasa de matrimonios infantiles ha comenzado a caer en algunos lugares, ha crecido en otros. Por ejemplo, grupos de la sociedad civil reportan una incidencia cada vez mayor del matrimonio infantil entre los refugiados sirios en Jordania.
La adopción y la aplicación de marcos jurídicos nacionales coherentes que respeten las normas internacionales de derechos humanos es fundamental. Esto incluye hacer que la edad mínima para contraer matrimonio sea de18 años, evitando lagunas tales como excepciones de consentimiento de los padres, garantizando que las leyes exijan el consentimiento libre y pleno de ambos cónyuges, lo que requiere una prueba de edad antes de la expedición de las licencias de matrimonio, e imponiendo sanciones a cualquiera que amenace o perjudique a cualquiera que se niega a casarse.
Los gobiernos deberían garantizar que estas protecciones no se vean socavadas por leyes y tradiciones religiosas o consuetudinarias, y deberían entablar conversaciones regularmente con los líderes religiosos y comunitarios.
Aprender acerca de qué tipos de intervenciones funcionan, y para quién, también es clave. Sólo alguna de las numerosas intervenciones que han proliferado se han monitoreado o evaluado de manera adecuada para saber qué merece ser replicado y ampliado. En una revisión de 2013, el Centro Internacional de Investigación sobre la Mujer, con sede en Washington, encontró que sólo 11 de 51 países con una prevalencia del matrimonio infantil superior al 25 por ciento habían evaluado iniciativas que luchan contra el matrimonio infantil.
Un análisis de 23 programas entre 150 encontró evidencias que apoyan la eficacia de: 1) el empoderamiento de las niñas con información y redes de apoyo; 2) garantizar el acceso de las niñas a una educación de calidad; 3) la participación y la educación de los padres y miembros de la comunidad sobre el matrimonio infantil; 4) proporcionar incentivos económicos y apoyo a las familias de las niñas; 5) establecer y aplicar un marco legal fuerte, como una edad mínima para contraer matrimonio.
El Population Council, una organización internacional de investigación y acción, llevó a cabo un riguroso estudio de varios años que descubrió que, en Tanzania y Etiopía, el ofrecimiento a familias de incentivos económicos, como ganado, a cambio de mantener a sus hijas solteras y escolarizadas llevaba a niñas de entre 15 y 17 años (dos tercios y el 50 por ciento, respectivamente) a tener menos probabilidades de estar casadas en comparación con las de una comunidad que no participaba en el programa.
En Etiopía, en las comunidades en las que a las niñas de 12 a 14 años les proporcionaban material escolar gratuito, éstas eran un 94 por ciento menos propensas a casarse que en un grupo comparable. Las comunidades que participaron en programas de sensibilización sobre el valor de la educación de las niñas y los perjuicios del matrimonio infantil también tenían menos niñas casadas.
Un mensaje particularmente poderoso al que las comunidades y los padres responden es la información sobre los daños de la maternidad temprana. En consecuencia, el acceso a información sobre salud reproductiva y sexual es clave para que los adolescentes comprendan sus cuerpos, promuevan el respeto y la conducta consensuada en las relaciones y prevengan embarazos no deseados.
Sin embargo, mientras que los gobiernos no tienen problema en promover intervenciones que, en general, cuentan con un amplio apoyo público, como la distribución de material escolar, muchos se muestran reacios a introducir programas que podrían desencadenar una reacción violenta. Evitan ofrecer educación sexual integral en las escuelas o a través de otros mecanismos comunitarios, así como garantizar que los adolescentes, además de las mujeres adultas, obtengan información completa sobre los métodos anticonceptivos y el acceso asequible a servicios de salud, incluyendo el aborto seguro y legal.
La campaña para terminar con el matrimonio infantil no puede tener éxito sin una mayor aceptación de la sexualidad de las adolescentes y su derecho a tomar sus propias decisiones informadas sobre sus cuerpos, sus relaciones y su actividad sexual.
Gobiernos y donantes pueden unirse alrededor de la idea de que una niña de 12 años de edad debería estar en la escuela en lugar de un matrimonio. Países como Canadá, Holanda, el Reino Unido y Estados Unidos han sido los principales donantes en la lucha contra el matrimonio infantil. Pero el reto estará en ver si pueden asegurar que las intervenciones contra el matrimonio infantil no sean esfuerzos independientes desconectados de otras acciones para empoderar a las mujeres y las comunidades pobres y promover la educación y la salud.
Los gobiernos, ya sea como donantes o como ejecutores, deben abordar algunas preguntas difíciles si van a hacer un progreso genuino. ¿Incluyen sus programas de educación un compromiso especial para niñas casadas? ¿Incluyen los planes de acción nacionales sobre la violencia de género y ” mujer, paz y seguridad” esfuerzos/medidas para acabar con el matrimonio infantil? ¿Incorporan sus programas de capacitación policial sobre violencia de género la vigilancia de los métodos de lucha contra el matrimonio infantil, como el enjuiciamiento de los funcionarios locales que firman los certificados de matrimonio de niñas menores de edad?
Esta coordinación es crucial para asegurar que las oportunidades críticas no se pierdan en la asignación de recursos y programas que se llevará a cabo a lo largo de la amplia agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Los esfuerzos para acabar con el matrimonio infantil también significa que los donantes deben presionar a los gobiernos para cumplir con sus obligaciones bajo el derecho internacional para eliminar esta práctica. Los tratados internacionales de derechos humanos incluyen el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención sobre los Derechos del Niño. Si bien existe una creciente evidencia de la eficacia de una serie de enfoques a nivel comunitario, la cooperación del gobierno, la policía y las iniciativas a nivel nacional son la clave en cuanto a escala y sostenibilidad.
Con demasiada frecuencia, las organizaciones no gubernamentales y los donantes apoyan programas innovadores, pero funcionarios del gobierno local socavan su impacto al ignorar o incluso al facilitar el matrimonio infantil (por ejemplo, cambiando la edad de un certificado de nacimiento o matrimonio a cambio de sobornos) o la policía local deja de aplicar las leyes que hacen que el matrimonio infantil sea un delito.
Del mismo modo, se pierden oportunidades clave cuando los trabajadores de salud del gobierno no pueden hablar con los adolescentes sobre la sexualidad y la anticoncepción, o maestros y directores de escuelas públicas no son obligados ni alentados a contactar con las niñas que abandonan la escuela para casarse.
Uno de los paralelismos más sorprendentes en toda la investigación de Human Rights Watch sobre el matrimonio infantil es ver cómo las niñas que se casaron jóvenes desesperadamente anhelan un futuro mejor para sus hijas.
Kalpana T., entrevistada por Human Rights Watch en el sur de Nepal, no está segura de su edad, pero dijo que se casó después de haber tenido tres o cuatro períodos menstruales, y ahora tiene tres hijas menores de 5 años. Ella nunca fue a la escuela.
“Mis hermanas y yo teníamos que trabajar por dinero en los campos de los patrones en cuanto éramos lo suficientemente mayores como para conocer el trabajo”, dijo. “Tuve que casarme porque mis padres querían que lo hiciera. Yo no quiero esto para mi hija. Soy ignorante y no sé cómo funciona el mundo…No sé cómo contar dinero. Quiero que mi hija tenga educación y tenga una vida mejor que la que tengo ahora”.
La meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de acabar con el matrimonio infantil podría aumentar las posibilidades de que las hijas de Kalpana T. tengan más oportunidades que su madre. Pero antes de que este noble objetivo pueda conducir a un cambio significativo, tanto para las niñas en la aldea de Kalpana T. como en otros lugares del mundo, es imprescindible una gran cantidad de coordinación, una disposición para abordar temas socialmente sensibles y un compromiso sostenido, además de recursos.
Fuente:
https://www.hrw.org/es/world-report/2016/country-chapters/285069
(28/01/2016)