El robo de electricidad costó a México, únicamente en 2017, 24 mil 750 millones de pesos. Lo que más perjuicio causa a las finanzas públicas del país, más que el de combustibles, es el robo de electricidad y las facturas que no se han podido cobrar a casi siete millones de usuarios desde 1994. Entre los deudores se cuentan no sólo clientes domésticos, sino incluso gobiernos estatales y municipales, y organismos operadores de agua.
¿Y si para solucionar el problema se corta la energía eléctrica? Es verdad que la electricidad imprime libros, cose ropa, mantiene frescas la carne y la leche, hace posibles los helados, calienta la comida, registra los pensamientos, alumbra las noches y nos permite disfrutar de la televisión, lo cual ha salvado muchos matrimonios. Pero hace dos siglos —un suspiro en la historia de la humanidad— se usaba apenas para experimentos científicos misteriosos y trucos de magia. Es decir, los seres humanos han podido vivir sin ella durante milenios.
En el Metro de la Ciudad de México se reportaron más de dos mil robos en 2018, pero se calcula que, dado que el 93% de ellos no se denuncia, la cifra podría ascender a 18,000. No es fácil evitarlos pues casi todos ocurren en los tumultos que se producen en las horas pico. No hace falta ejercer violencia alguna sobre la víctima. Los usuarios quedamos emparedados por delante, por detrás y por los costados, y en esas condiciones se facilita a los ladrones sustraer la cartera o el celular. Asimismo, son frecuentes los abusos sexuales —tocamientos y frotamientos—, principalmente contra las mujeres.
¿Y si se cerrara el Metro para que ya no se dieran esos robos y esos abusos? Es cierto que millones de chilangos y mexiquenses se verían privados de su medio habitual de transporte y tendrían dificultades para llegar a sus trabajos, a sus casas y a sus sitios de esparcimiento, pero se las arreglarían de algún modo. Podrían caminar, lo que es excelente para mejorar la salud y conservarse en línea, o tomar varios autobuses en cada salida. Es verdad que se verían obligados a salir con mayor anticipación que la acostumbrada, pero ya no estarían expuestos a los actos ilícitos que hoy se cometen en el Metro.
El Índice de Instituciones Sociales y de Género (SIGI) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que, de los países miembros, México es el que presenta el porcentaje más alto de mujeres agredidas por sus parejas: ¡47%! El maltrato puede darse por violencia física, la que ocasiona desde un leve moretón hasta la muerte en casos extremos, o por muy diversas formas de hostilidad: insultos, amenazas, menosprecio, chantaje emocional, imposición de relaciones sexuales, encierro, prohibición de ver a familiares y amistades, vigilancia, revisión de correos, etcétera. Las mujeres maltratadas suelen sufrir depresión, miedo, estrés, conmoción síquica aguda, ansiedad, desorientación, angustia, desesperación, tristeza crónica, desesperanza, aislamiento, sentido de culpabilidad, trastornos alimentarios y del sueño, irritabilidad y muchas otras alteraciones.
Se acabaría con esa violencia si se prohibieran las parejas. Quienes quisieran emparejarse sentirían cierta frustración por no poder lograr su objetivo, pero los maltratadores potenciales ya no harían de las suyas. Su agresividad, su rencor y su pulsión destructiva ya no podrían descargarlas en “su” mujer.
De 2015 a la fecha, más de 44 mil personas han muerto y más de 110 mil han resultado lesionadas en accidentes de tránsito en nuestro país, de acuerdo con cifras oficiales. En promedio, cada día mueren 32 personas y 81 resultan heridas en tales accidentes. La cifra ha venido aumentando año con año: en el periodo señalado se ha incrementado en casi ocho por ciento.
Se resolvería el problema si quedara prohibido el tránsito de vehículos automotores. Podríamos trasladarnos en bicicleta o scooter (patín del diablo), o volver a las antiguas y románticas diligencias. Tardaríamos más en desplazarnos, pero se evitarían decenas de miles de muertes y lesiones.
El gran filósofo francés Blaise Pascal advirtió que los problemas del hombre se inician cuando éste toma, al levantarse, la estúpida decisión de salir de su recámara.