Por Luis de la Barreda Solórzano
5 de octubre de 2023
… se llama vejez. Y ni modo. Como la alternativa no
queremos ni considerarla, hay que vivir con ella…
Ángeles Mastretta
El ser humano, al
envejecer, debe permanecer siendo humano, no sólo sobrevivir. Quienes llegan a
una edad avanzada tienen derecho a llevar una vida plenamente humana a pesar
del deterioro físico y muchas veces intelectual que sobreviene con la vejez.
“La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir”, advirtió Carl
Gustav Jung.
La edad a la que se estima
que una persona ha llegado a la vejez —observa Aída Díaz-Tendero— ha cambiado a
lo largo de la historia y cambia según el lugar, el círculo social, el nivel de
desarrollo y la cultura. Ahora se considera, entre otras cosas para apoyos
asistenciales, que son de edad avanzada los que tienen 60 años o más en los
países en desarrollo y 65 años o más en los países más desarrollados. Pero el
aumento de la esperanza de vida y los asombrosos avances de la medicina han
conseguido que muchas de las personas de esas edades no sean en realidad
viejas.
En nuestro país, las
personas mayores de 60 años son 9% de la población. En 2050 serán 25 por
ciento. En 26% de los hogares habita al menos una persona mayor de 60 años. El
43% de los adultos mayores se encuentran en situación de pobreza
multidimensional: son los más vulnerables. No son lo mismo, por supuesto, las
condiciones de vida de Carlos Slim o de Mario Vargas Llosa, ambos octogenarios,
que las de una mujer indígena pobre.
Según el informe de la
Organización Mundial de la Salud sobre el edadismo —que consiste en discriminar
a una persona por su edad—, una de cada dos personas en el mundo, es decir
media humanidad, es edadista contra las personas mayores. Esta discriminación,
en virtud de que puede afectar anímicamente al discriminado, se asocia a
riesgos de adoptar hábitos no saludables —dieta desequilibrada, no tomar la
medicina prescrita, consumir alcohol en cantidad excesiva o fumar—, depresión o
muerte prematura. Un estudio llevado a cabo en Alemania revela que los adultos
mayores con una percepción negativa sobre su edad sufren un aceleramiento del
deterioro cognitivo y tienden al aislamiento social para evitar el rechazo que
sienten.
La pandemia de covid-19
tuvo efectos devastadores para la salud de los adultos mayores. Ante la
precariedad o la insuficiencia de los servicios médicos, a muchos se les privó
de respiradores, intervenciones quirúrgicas o diálisis. Además, para
protegerlos del contagio se les aisló de todos y de todo. En nuestro país, como
en muchos países del mundo, muchas personas de edad avanzada no eran siquiera
visitadas por sus hijos. En Emiratos Árabes tenían prohibido entrar a centros
comerciales y restaurantes, incluso después del confinamiento.
Los servicios de salud no
han ofrecido una cobertura especial de servicios y cuidados paliativos de largo
plazo para personas que padecen enfermedades crónico-degenerativas. Por otra
parte, hay más adultos mayores en el sector informal que quienes tienen un empleo
o jubilación con seguridad social, la cual incluye servicios médicos. Los
primeros se encuentran en una condición de desamparo en este rubro, en la edad
que más se necesitan los servicios de salud, al haberse eliminado el Seguro
Popular.
No es infrecuente que en
sus propias familias las personas mayores sean discriminadas o incluso
maltratadas. Una encuesta reveló que más de medio millón sufren maltrato y
abuso, con elevada incidencia en mujeres de 80 años en adelante. La mayoría de
los maltratos no se denuncia por temor a las represalias, porque las víctimas
no quieren que su cuidador vaya a prisión, porque no saben a qué autoridad
dirigirse o porque su condición física o cognitiva no les permite realizar la
denuncia (Informe Especial sobre la Situación de los Adultos Mayores en México,
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2019).
Luis Buñuel advirtió: “La
edad es algo que no importa, a menos que sea usted un queso”. A punto de
cumplir los 100 años Ernest Jünger fue entrevistado. El periodista empezaba a
formular una pregunta: “Ahora que es usted anciano…”. Jünger lo interrumpió:
“No, perdone: yo fui anciano, como antes fui niño, joven, maduro… Yo he dejado
la vejez atrás, ahora tengo lo que bíblicamente se conoce por edad canónica”.
Fernando Savater se pregunta si puede salirse de la vejez por arriba, y
discurre: “Entonces la muerte no llegará —¡si llega!— como algo justificado,
sino como una interrupción impertinente, algo así como levantarse y abandonar
el concierto en pleno allegro”.
Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/viejos/1612322
(30/10/23)