Rubén Cortés ha escrito unas memorias de su padre que son también una breve historia contemporánea de Cuba. Un relato sobre la desaparición de una cultura en el que el cronista abre su escritura a la antropología y la historia. En poco más de medio siglo, esa isla del Caribe pasó de ser una nación receptora de inmigrantes, como los abuelos asturianos y canarios del autor, a un país expulsor de una diáspora constante y heterogénea, en la que se incluye este periodista cubano afincado en México. Un bolero para Arnaldo es un diálogo entre dos generaciones, la de quienes vivieron la Revolución Cubana y la de los que certifican su defunción a principios del siglo xxi. Un homenaje y, a la vez, una larga interrogación a la “civilización de los padres”, como le llamara el pensador judío-alemán Norbert Elias. Leer estas memorias es desplazarse a un pasado reciente donde la epopeya de la cotidianidad ocupaba el centro de la vida colectiva, para luego regresar al naufragio de la utopía en el presente.
—Rafael Rojas
Crónica familiar, y también un ajuste de cuentas con un pasado que todavía retumba en los ademanes de la presencia. Besar a un cadáver en la frente para aprender a ser un hombre de familia. La madre canta un lamento jíbaro con sus hijos en un coro de amores enredados con el aroma de las naranjas. Exploración sobre los orígenes de la isla y reflexión sobre su destino. Aquí, ser hombre es ser amigo: ciertos códigos de cubanía son develados desde certera ronda no exenta de poesía. El autor de ¡Cuba, Cuba! entrega ahora una canzonetta de pulso obstinado, suscrito en lenitiva y ardorosa proporción. Este libro es un informe de llovizna y clamores donde la “atmósfera espesa, húmeda y eterna del Caribe” se cuela por las grietas de la tristeza. Destierro de ida y vuelta, desde la dolorosa decisión de no regresar.
—Carlos Olivares Baró