Violadores detenidos

La violación es uno de los delitos más aborrecibles. Su gravedad es tal que deja una sombra de dolor anímico, en ocasiones inextinguible, en la vida de las víctimas. En algunas genera un sentimiento de desconfianza aguda y un rechazo profundo hacia la sexualidad, hacia el propio cuerpo. A otras las sumerge en una depresión tan profunda que puede llevarlas incluso al suicidio.

Lo expresa desesperadamente Magdalena, la mujer violada de Dulce cuchillo, la magnífica novela de Ethel Krauze sobre este doloroso tema: “Yo no sé quién soy, en ese momento estoy muriendo, algo dentro de mí está muriendo, algo que ya nunca más voy a poder recuperar… Desde ese momento una mancha roja, oscura, café, negra, me ha cubierto y no podré jamás sacármela…”. Y le reprocha al violador: “… violas algo más íntimo que la vagina, una vagina del alma, un himen del espíritu… su capacidad (de la víctima) genuina de amar, de desear humanamente, de decidir por ella misma, las expectativas de vida que se ha forjado, su futuro imaginado; violas su relación con el mundo, la percepción que tendrá de ahora en adelante de la confianza, de la seguridad, de la vida misma”. Lo expresa  amargamente la mujer violada de La violación de Lucrecia de Shakespeare: “Si Tarquino fuese la Noche, en vez de ser solamente el hijo de la Noche, mancharía a la reina de resplandores plateados, y las estrellas, sus doncellas de confianza, violadas también por él, no osarían mostrarse sobre el seno tenebroso de la noche… yo sola he de gemir en mi abandono, sazonando la tierra con lluvias de llanto, salino de plata, mezclando lágrimas a mis palabras, sollozos a mi dolor, pobres sepulcros deshechos de una lamentación eterna”.

Ante la noticia de una violación, las autoridades deben prodigar atención profesional de calidad y calidez a la víctima, y poner todos sus afanes en atrapar al violador. Así lo han hecho en el caso de las turistas españolas violadas en Acapulco por unos encapuchados. Se detuvo a cinco de los seis violadores en unos cuantos días. En la investigación participaron la Procuraduría local y la General de la República. Según dijo el titular de esta última, las huellas dactilares encontradas en la escena del crimen coinciden con las de los detenidos. Es un gran logro de la procuración de justicia y la mejor manera de enmendar las muy desafortunadas declaraciones del alcalde, quien en un primer momento señaló que un episodio como éste ocurría en cualquier lugar del mundo. No era fácil descubrir la identidad de delincuentes que en el momento del delito llevaban cubierto el rostro, ubicarlos y detenerlos. Pero así se hizo a contracorriente de la cotidiana ineficacia de los órganos de persecución del delito en nuestro país.

Expresado el reconocimiento por este éxito notable, es de exigirse que en todos los casos de violación, absolutamente en todos, sea cual fuere la condición socioeconómica y la nacionalidad de la víctima, las autoridades de procuración de justicia actúen con el mismo empeño, con la misma diligencia, con el mismo profesionalismo. En México, la gran mayoría de las violaciones no se denuncian, y en el 80% de las denunciadas no se pone al presunto violador a disposición del juez. La impunidad, tratándose de un delito tan devastador, es escandalosamente ofensiva, intolerable. El caso de las turistas violadas demuestra que eso no es una fatalidad. Ω