Stefan Einhorn[1]
¿Por qué debemos ser buenas personas? ¿Por qué debemos ser bondadosos? ¿Por qué debemos ser éticos? La respuesta es que tenemos muchos motivos para hacer el bien. Aquí siguen algunos:
- Nos sentimos bien haciendo el bien. Hay estudios que demuestran que es satisfactorio hacer buenas acciones por los demás.
- La gente de nuestro entorno se siente bien si hacemos buenas acciones por ellos. Y es divertido y supone un desarrollo personal estar rodeado de gente que se siente bien.
- Indirectamente creamos ventajas para nosotros mismos dado que lo que hacemos por los demás lo recibimos también, de una manera u otra.
- Las sociedades con un amplio pensamiento ético funcionan mejor que otras.
- Obtenemos un mejor mundo. Aunque la persona a veces pueda sentirse impotente, no es así. No olvides que los efectos de una buena acción pueden esparcirse como anillos en el agua. Podemos hacer por los demás más de lo que creemos y de esta manera hacemos nuestra aportación para un mundo mejor. Y resulta mucho más agradable vivir en un mundo bueno que en uno malo.
Y lo que ocurre la final es que todos salimos beneficiados por ser buenos con criterio, y todos perdemos si no lo somos. Y no es un mal motivo ser bueno porque nos beneficia a nosotros mismos. Realmente es un auténtico buen motivo.
La película americana ¡Qué bello es vivir! De Frank Capra es una de mis favoritas. En la película hay un hombre, interpretado por James Stewart, que vive en un pequeño pueblo. Quiere irse de allí para ver el mundo , cursar estudios y elaborar un gran proyecto. Pero el viaje se pospone constantemente, y por el contrario tiene que dedicarse a cuidar la pequeña empresa familiar que se encarga de hacer prestamos hipotecarios a los más necesitados en el pueblo.
Después de muchos años su mundo se hunde cuando no puede amortizar un préstamo. En el momento en el que se va a suicidar para que su familia pueda cobrar el seguro de vida, aparece el ángel en la historia y le muestra todo lo malo que le hubiera ocurrido a la gente del pueblo si él no hubiera nacido. El final de la película hace que el más chulo del barrio (es decir yo) deje caer por lo menos una lágrima cuando vemos cómo la gente a la que él ha ayudado durante tantos años se unen para salvarlo, esta vez, a él.
La película no solo demuestra que tenemos todas las de ganar haciendo el bien a los demás, sino que también nuestros actos influyen en la vida de otras muchas personas. Nuestra responsabilidad hacia las otras personas es infinitamente grande. Cuando uno piensa, puede sentir que es demasiado. Pero este hecho debe más bien llenarnos de una sensación de sentido y responsabilidad. Y, al final, las cosas son así: lo único que podemos hacer es hacerlo lo mejor que podamos.
El presidente estadounidense Theodore Roosevelt dijo: «El ingrediente absolutamente más importante en una receta para el éxito es saber cómo ponerse de acuerdo con los demás». Estoy de acuerdo. Nada de lo que podemos hacer para favorecer una vida con éxito es tan importante como tener la capacidad de relacionarnos con nuestros semejantes de una buena manera. Nos convertimos en personas completas en nuestros encuentros con los demás, y es en la relación con nuestro semejante cuando nos sopesan y nos juzgan. Por los demás, sí, así es, pero no es el aspecto más importante. Lo fundamental al final es quiénes somos ante nosotros mismos y ante todo lo que significa humanidad.
Otro presidente estadounidense, John F. Kennedy, dijo en su discurso de investidura en 1961: «No preguntes lo que tu país puede hacer por ti. Pregunta lo que puedes hacer tú por tu país». Podemos aplicar esas sabias palabras a nosotros mismos y nuestra relación con nuestro entorno: «No preguntes lo que pueden hacer tus semejantes por ti. Pregunta lo que tú puedes hacer por ellos». Con esa postura recibiremos de vuelta mucho más que si exigimos constantemente a nuestro medio. Con esa postura alcanzaremos el éxito en nuestra vida. Porque sencillamente es así: alcanzamos el éxito procurando el éxito a los demás.
Hay una historia que relata la pelea que tenía el viento del norte con el sol para decidir quién era el más fuerte. Decidieron resolver el dilema compitiendo para ver quién le quitaba el abrigo a una persona que iba andando por un camino. El viento del norte sopló todo lo que pudo pero lo único que consiguió es que el hombre se envolviera más en su abrigo. Después, el sol empezó a calentar intensamente. El hombre tuvo calor y se quitó el abrigo.
Así son las cosas también en la realidad: si queremos alcanzar algo, tenemos muchas más posibilidades de lograrlo si somos cálidos y amorosos que si somos agresivos y violentos. Como el oso Bamse, el oso más fuerte del mundo, quien formuló la siguiente verdad: «Mejor ser bueno que fuerte».
En Sudáfrica hay un concepto especial: Ubuntu. Es difícil de traducir a una lengua occidental, pero se refiere al contenido en sí de ser persona. El premio Nobel de literatura, Desmond Tutu, en su libro No Future without Forgiveness (No hay futuro sin perdón), dijo sobre el ubuntu «Entonces se es generoso, hospitalario, amable, considerado y compasivo… Una persona con ubuntu es abierta y accesible a los demás, reconoce a los demás, no se siente amenazado porque los demás sean capaces y buenos, porque él o ella tiene una seguridad interior que obedece a que él o ella forman parte de un contexto más amplio».
Me pregunto si alguna vez he visto una mejor descripción del concepto «bueno».
El escritor y filósofo inglés Aldous Huxley dijo al final de su vida: «Es un poco embarazoso haberse dedicado al dilema de la humanidad durante toda la vida para darse uno cuenta, al final, de que no tiene más que ofrecer en forma de consejo que: “intenta ser un poco más bueno”». Tan sencillo y tan difícil es seguramente al final: la bondad es lo más grande que podemos ofrecer a nuestro medio y a nosotros mismos. Ω
[1] Capítulo final (Conclusión) del libro: El arte de la bondad. Random House Mondadori. 2007. México. p. 199-202.
[2] Escritor, médico oncólogo, profesor de la universidad Instituto Karolinska, presidente del Consejo Ético del Hospital Universitario Karolinska en Suecia.