Por Alberto Écija Schrijvers[1] y
Rosa del Pilar Rodriguez Garay[2]
El libro Necropolítica y migración en la
frontera vertical mexicana. Un ejercicio de conocimiento situado, de
Amarela Varela Huerta, ofrece un análisis crítico sobre las dinámicas de
control, violencia y muerte que enfrentan las personas migrantes en su tránsito
por México. A partir del concepto de necropolítica, propuesto por Achille
Mbembe, Varela Huerta examina cómo el Estado y otros actores sociales regulan
la vida y la muerte de los migrantes, convirtiendo la frontera mexicana en un
espacio de precarización y riesgo extremo. A través de un enfoque de
conocimiento situado, visibiliza las voces y resistencias de los migrantes,
invitando a reflexionar sobre las implicaciones éticas y políticas de la
migración contemporánea.
Amarela Varela Huerta, Doctora en Ciencias
Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), reconocida
investigadora y activista en temas de migración, fronteras y derechos humanos,
recopila y articula cinco estudios empíricos realizados por diferentes autoras
y autores, los cuales exploran diversas experiencias migratorias en el
territorio mexicano. Estos estudios abordan temas como la violencia ejercida
por el crimen organizado y las fuerzas estatales, las redes de apoyo
comunitario, las estrategias de resistencia de los migrantes y el impacto de
las políticas de seguridad en la movilidad humana. A partir de esta
recopilación, la autora construye una reflexión crítica sobre las formas
contemporáneas de necropolítica y las posibilidades de transformación social
frente a la violencia estructural que enfrentan las personas en tránsito.
El primer capítulo, titulado Biopolítica y
necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?, escrito por Ariadna Estévez,
Doctora en Relaciones Internacionales y Derechos Humanos por la Universidad de
Sussex, ofrece un análisis teórico sobre dos conceptos clave en el estudio del
poder contemporáneo. Estévez explora cómo, en la era de la gubernamentalidad
neoliberal, la biopolítica se manifiesta como el poder sobre la vida a través de
tecnologías de dominación orientadas a la gestión, regulación y control de las
poblaciones como las estaciones migratorias, los retenes a lo largo del país o
la existencia de drones entre otros dispositivos de control. En contraste, la
necropolítica se refiere al poder de decidir sobre la muerte, ejerciendo
tecnologías de explotación y destrucción de cuerpos. El capítulo no solo
explica detalladamente ambos conceptos, sino que también se plantea una
pregunta fundamental: ¿son estos enfoques mutuamente excluyentes o, por el
contrario, constitutivos entre sí? A partir de esta interrogante, Estévez
argumenta que, lejos de ser opuestos, la biopolítica y la necropolítica operan
de manera complementaria en el marco del neoliberalismo, donde la gestión de la
vida y la administración de la muerte coexisten para sostener estructuras de
poder globales.
El segundo capítulo del libro Hombres a la
intemperie: Un análisis de la relación entre el calor y la cultura callejera en
Mexicali realizado por Ernesto Hernández Sanchez nos acerca el término de
la intemperie como un concepto unido a la necropolítica mediante el análisis de
las personas deportadas y en condición de calle de esta ciudad fronteriza. De
esta manera se reconoce en el trabajo al sujeto estudiado como un colectivo
homogéneo y que es tratado de esta manera; la pasividad y la dejadez con la que
son tratados tanto por parte de las instituciones públicas, como por parte de
la sociedad civil, les lleva a una situación de vulnerabilidad y despojo que el
autor llama intemperie.
Esta desatención por parte de las
instituciones sumado a las temperaturas extremas que pueden llegar a los 50º C
los están llevando irremediablemente a la muerte. Se crea una situación de
despojo y dejadez que se conoce como “muerte en vida”; de manera similar
Zygmunt Bauman (2005) argumenta que las políticas económicas crean residuos
económicos abandonados una vez han sido explotados. Estas personas
(inmigrantes, deportados, etc.) no solo son olvidados por el Estado sino que
además son violentados por la propia sociedad civil que parcialmente los
margina y los considera como parias (una carga para la sociedad y, por
ende, un motivo de rechazo y miedo). Estas personas son víctimas de una
política punitiva que como indica Wacquant (2010) son culpados por la cuestión
de la inseguridad.
Un ejemplo claro de la criminalización que
viven estas personas está reflejado en el proyecto “algo por el centro” donde
uno de los integrantes del proyecto considera a estas personas como “personas adictas y sin trabajo, no hacen
nada productivo y muchos pueden ser delincuentes. No digo que todos lo sean,
pero es probable que sea lo más fácil para ellos”. De esta manera, esta
iniciativa lo que busca es expulsar del centro urbano a estas personas que son
culpadas de contaminar el espacio social de los ciudadanos. En definitiva, la
necropolítica de la intemperie es el método: despojar al grupo de todo valor y
abandonarlo. Así “la intemperie se representa como un espacio donde la
necropolítica actúa: despojados y confinados al exterior, al clima extremo de
la ciudad y sin la protección de un techo físico y social, estos individuos
mueren”.
El tercer capítulo del libro Violencia
Contra los Migrantes y Acceso a la Justicia en el caso San Fernando
realizado por Luisa Gabriela Morales-Vega se aborda no solo la masacre ocurrida
en San Fernando, en Tamaulipas donde el 22 de agosto de 2010, 72 migrantes
fueron asesinados por la delincuencia organizada; sino también otras que
ocurrieron entre 2010 y 2011 como las desapariciones de Allende, en Coahuila, o
las de Casas Grandes, en Chihuahua. Estos acontecimientos (o matanzas), sugiere
el autor, no tienen un objetivo únicamente económico sino que “la violencia se
convierte en un fin per se”. Estos años fueron testigos de un auge de la
mercantilización de la migración como lo refleja esta masacre pues las personas
antes de su muerte fueron “invitadas” a trabajar para la delincuencia
organizada pero su negación les condenó irremediablemente a su muerte. En este
proceso no se puede dejar de mencionar la acción u omisión de sus funciones
públicas de las autoridades que permitieron que estas catástrofes se
produjeran. Este clima de violencia refleja la irresponsabilidad, incapacidad e
impunidad del gobierno mexicano. En este contexto, estos migrantes se
encuentran en un “limbo” dice el autor ya que quedan atrapados entre la acción
violenta de los grupos privados, es decir, de las organizaciones delictivas, y
de las autoridades públicas.
En el cuarto capítulo titulado Mercancías
desechables: Políticas de muerte y migración internacional en México,
Javier Treviño Rangel realiza un cuestionamiento sobre el análisis que
diferentes autores realizan sobre la violencia que viven los migrantes que basan
sus argumentos en la securitización. Para el autor carecen de reflexión
crítica. Sí, no niega la existencia de la securitización que sufren los
migrantes pero no es la causa de todos sus males. La mercantilización y la
desechabilidad forman parte central de su escrito. La corrupción es una
realidad latente que sufren los migrantes. Precisamente, la existencia de
funcionarios o incluso instituciones cooptadas por la delincuencia organizada,
facilitan a organizaciones criminales los secuestros y en definitiva las
violencia que ejercen hacia el migrante. Por esta razón, el autor considera que
la violencia per se en México es un bien que genera poder y
oportunidades y no se produce porque los migrantes sean “una amenaza a la
seguridad nacional”.
Treviño nos explica el modo de operar de
estas organizaciones delictivas hacia los migrantes. Nos indica que exigen
cantidades que pueden ir desde los 5000 dólares para liberar al secuestrado y
muchas veces el pago no garantiza su liberación. Muchos son asesinados o son
víctimas del tráfico de personas. En definitiva, esto nos muestra que “con suficiente dinero, los
migrantes indocumentados tienen una considerable oportunidad de atravesar todo
México y llegar a Estados Unidos sin ser deportados”. El dinero se presenta como
la solución para evitar la violencia. Además frente a la invisibilidad que se
denuncia de algunas organizaciones, se considera más bien que estas personas
son altamente visibles para aquellas personas que desean ejercerles algún tipo
de violencia o abuso ya sea económico, sexual, psicológico, etc.
El quinto capítulo Evadir lo necro: el
desplazamiento forzado de mujeres trans centroamericanas hacia México,
escrito por Miguel Lucero Rojas, explora las formas de resistencia que
despliegan las mujeres trans salvadoreñas y hondureñas frente a la violencia
sistemática que enfrentan durante su desplazamiento forzado hacia México.
Lucero Rojas contextualiza el concepto de desplazamiento forzado en relación
con el refugio, destacando cómo estas mujeres, a pesar de habitar contextos
necropolíticos donde sus vidas son precarizadas y expuestas a la muerte,
construyen prácticas de resistencia que desafían el sistema de muerte impuesto.
A partir de las experiencias de estas mujeres trans, el capítulo visibiliza una
perspectiva que no sólo denuncia las violencias estructurales que enfrentan,
sino que también abre posibilidades colectivas para eludir la necropolítica y
crear soportes de vida que sostienen su existencia y dignidad en el tránsito
migratorio.
El análisis de Lucero Rojas también destaca
la potencia política que emerge de las acciones, discursos y movimientos de las
mujeres trans centroamericanas durante su desplazamiento forzado. Estas
experiencias no solo representan formas de resistencia frente a la violencia
sistemática, sino que también posibilitan un cambio en la lógica de muerte
impuesta por el sistema necropolítico. La capacidad de estas mujeres para
desafiar el orden establecido se manifiesta en su habilidad para generar
grietas en la gubernamentalidad necropolítica, un sistema que se sostiene
mediante el control emocional de los sujetos. Procesos emocionales como el
miedo, la inseguridad, la esperanza, la desesperación y el amor se convierten
en recursos fundamentales para la continuidad del tránsito migratorio,
funcionando como elementos que permiten confrontar y subvertir el poder de
muerte al que están expuestas.
En este contexto, las emociones adquieren
un papel central al ser entendidas como afectaciones sociales que conectan
experiencias individuales con memorias colectivas. Siguiendo a Sara Ahmed
(2015), Lucero Rojas plantea que las emociones, al acumularse a lo largo del
tiempo, representan un valor afectivo que trasciende lo personal y se sitúa en
el marco de las luchas colectivas. Reconocer estas emociones permite entender
cómo las mujeres trans construyen resistencias políticas ante un orden
neoliberal que legitima la violencia, la impunidad y el despojo.
Finalmente, el capítulo se inscribe en una
crítica a la colonialidad del poder, concepto de Aníbal Quijano, al evidenciar
cómo la violencia estructural que enfrentan las mujeres trans migrantes se
enmarca en una historia colonial de desigualdades, donde ciertas vidas son
desechadas para garantizar la continuidad del capitalismo. Esta violencia
histórica, perpetuada mediante desplazamientos forzados, feminicidios,
desapariciones y explotación, sigue marcando la memoria colectiva en América
Latina, haciendo de la resistencia trans una lucha clave para eludir el sistema
de muerte y reclamar el derecho a la vida digna.
A modo de conclusión
Este libro nos ofrece, por un lado, el panorama
desolador de violencia extrema, impunidad, corrupción institucional, omisión de
sus obligaciones de algunas autoridades públicas y una inseguridad latente que
viven la población migrante en el territorio mexicano que se considera como una
frontera vertical ya que una vez atravesada la frontera física ésta no se
desprende de la vivencia y la experiencia que vive el migrante en su
trayectoria hacia su destino final. Sin embargo, por otro lado, este trabajo
también nos muestra la capacidad de resiliencia y de resistencia que tiene la
población migrante y, junto con el apoyo de la sociedad civil y las
organizaciones sociales, se ha avanzado –aunque de manera muy lenta y limitada–
en la defensa de los Derechos Humanos de estas personas y en el reconocimiento
de que deben ser tratados con justicia, dignidad y respetando sus derechos y
libertades.
[1] Graduado en Relaciones
Internacionales, Desarrollo y Cooperación por la Università di Torino,
aspirante a maestro en Estudios Contemporáneos de América Latina por la
Universidad Complutense de Madrid. Mis temas de investigación son las Violencia
Política, la migración internacional, la Delincuencia Organizada y los Derechos
Humanos.
[2] Licenciada en Educación
Básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad de Cundinamarca
(Colombia), Especialista en Metodologías de Investigación en ciencias sociales
y Magister en formación en Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad
de Buenos Aires (Argentina).